Las relaciones entre los países de América Latina

Fernando Moreno I LA TRANSFORMACiÓN POLÍTICA DE AMÉRICA LATINA Desde el caudillismo clásico -y siempre actual- hasta hombres de Estado innovadores, pasando por diversos tipos de autócratas "progre– sistas", el role político transformador de los hombres ha sido en América Latina muchas veces espectacular y a menudo ambigu0 4o . Si la función principal del caudillo colonial hispanoamericano fue tal vez la "uni– ficación de tierras"41, la del caudillo moderno ha sido la de movilizar y unificar las masas. Perón en Argentina, Vargas en Brasil o Velasco Ibarra en Ecuador, han sido en este sentido caudillos "populistas". Son los sucesores de Túpac Amaru, o aún de un Emiliano Zapata, campeón de la Reforma Agraria en el México revolucionario (1910-1919). Por otra parte, la orientación "ralional" (si no legalista) de hom– bres de Estado innovadores ha encontrado sus mejores exponentes, ya durante el siglo XIX. en Bernardino Rívadavia en Argentina (1826- 1845), con su lema de "paz, civilización y progreso,,42, en un Manuel Montt en Chile (1851-1861), o .aún en Porfirio Díaz en México (1877- 1880 Y 1884-1911). Este último hace el puente hacia el siglo xx, en que hombres como Batlle y Ordóñez, en Uruguay, Pedro Aguirre y Eduardo Frei en 'Chile, aparecen como los principales promotores de transforma– ciones profundas en el campo social y económico. Los Estados La "personalización" del poder lleva de suyo a identificar o aún a reducir la institucionalidad a la persona (o grupo, a lo más) del gober– nante 43 . Esto supone de parte de este último una cierta capacidad, y, de parte de los gobernados, una disponibilidad especial, propia tal vez de la pasividad inherente a ciertas formas de masificación, o, al revés, a la dinámica utópico-mesiánica disponible a la demagogia política 44 . En cualquier caso, aquí el estado casi no existe como sistema institU– cional "racional" y estable, y esto en la medida misma en que tiende a confundirse o a ser absorbido por las personas o grupos económicos o políticos. Se puede decir, en general, que la tendencia al usufructo pri– vado de "la cosa pública" ha impedido -salvo casos excepcionales– al estado institucionalizarse en función de las necesidades reales de 40 El ca;; de F. Castro en Cuba es tal vez el más expresivo en este sentido. 4l cr. J Lambert, América Latina. Ariel, 1964. Barcelona, p. 268. J. M. de Rozas no hace excepción. A pesar de su lema: "viva la federación, muerte a los unitarios". cuando cae del poder, en 1852, deja una Argentina unificada (ef. Ibíd.. p. 269). Se pueden citar además aquí los casos de Páez en Venezuela (1830-1863), Santander en Colombia (1832- 1836), Santa Ana en México (1828-1836) y Ponales en Chile (1830-1837). Cf. ibid., p. 270. Para Rozas, Cf. también, C. A. Floría y C. A. Garda, Historia deJos argentinos. Kape– lusz 1971, Buenos Aires, pp. 1-63 (Tomo I1). 42 cr. C. A. Floria y C. A. Garda, op. cit.. p. 460 (Tomo ¡). 43 cr. J. Lambert, op. cit" pp. :;21 y ss. 44 Sobre el "presidencialismo" latinoamericano, eL ibíd.. pp. 53-58, 393, 404 y. 469-499. 33

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