El mar en seís dimensiones: científica, técnica, política, jurídica, histórica, estratégica
EL MAR EN SEIS DIMENSIONES / F. Marull Bermúdez gación, estaban autorizados los navíos franceses para llegar a puertos españoles. Pero ello también constituyó una excelente oportunidad para introducir mercaderías burlando el pago de impuestos y gabelas. Por otra parte, abundan los ejemplos de contrabando abierto y descarado. El historiador don M. Luis Amunátegui en ¡¡Los Precurso– res de la Independencia« ofrece información sobre la complicidad y deshonestidad de algunas autoridades coloniales, como el caso del go– bernador Ustáriz, a quien el oidor de la audiencia de Lima don José de Santiago Concha siguió juicio de residencia, Concepción especialmen– te se había convertido en los primeros años del siglo XVIII en el centro del contrabando francés 7 • El viaje del barco francés ¡)Conde de Tolo– sa«, en '707, fue otro ejemplo del grado de corrupción de las autorida– des de la época, las que aprovecharon en beneficio personal la venta de mercadel'Ías francesas, con desastrosos efectos para el comercio establecido, len desmedro de las arcas. reales y permitiendo obtener pin– gües ganancias a los armadores y comerciantes de Saint Maló. Pero sucedió que la abundancia de mercaderías francesas introdu– cidas por el contrabando marítimo, amén de las llegadas por vía Buenos Aires-Mendoza, fue tal, que saturó e! mercado, además de arruinar a los comerciantes de Santiago, Lima y Concepción. Los precios descen– dieron, provocando pérdidas e incluso la quiebra de los empresarios franceses que financiaban las expediciones comerciales. Por otra parte, tanto la corona española como la francesa decidieron prohibir con severas penas y con una mayor vigilancia el tráfico ilícito, que provocaba una disminución considerable en sus ingresos aduaneros y que, para los armadores franceses, ya no constituían el mismo negocio de un comienzo al haberse saturado el mercado. España reiteró la pro– hibición apremiando a las autoridades coloniales y en algunos casos ordenó la expulsión de los comerciantes franceses ya establecidos. Luis XIV por su parte, llegó en 1716 a prohibir con la pena de muerte la na– vegación de barcos franceses en e! Mar de! Sur. De esa manera el contrabando dejó de realizarse a la luz del día, con el beneplácito cuando no el beneficio personal, de las autoridades colo– niales. Pero el semi pirático contrabando en caletas abandonadas se– guiría activo, aun cuando su importancia disminuyó. Existieron asi– mismo otras vías del comercio ilícito. No solamente francés sino que también inglés y norteamericano. Especialmente importante fue el realizado por ingleses, bajo el amparo de dos tratados. El Tratado de Utrecht, el cual autorizó a Inglaterra para enviar l!navÍos de permiso« para venir a vender a las ferias de Portobelo, y especialmente por el Tra– tado del »Asiento de Negros«, de 1713. Por este último, España conce– dió a Inglaterra e! comercio negrero con sus colonias hasta 1743, autori– zándola para introducir 144.000 esclavos negros. El privilegio de este 'VíIlalobos ob. cit. págs. 21 y 23 donde cita a Felipe Gómez de Vidaurre. 96
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