FORMULACIÓN DE LA POLíTICA
OCEÁNICA
se adopte es necesario tener muy presentes las circunstancias que
siguen:
19 En los últimos diez años la construcción naval tuvo un auge
sin precedentes en la historia. En el año
1973
había en construcción
(o en ordenación) 220 millones de toneladas, mientras el tonelaje
a flote era de 400 millones aproximadamente. El alza del precio del
petróleo en octubre de
1973
y la recesión mundial invirtieron el in–
terés por los barcos y éstos empezaron a sobrar. Se canceló la cons–
trucción de varios millones de toneladas, hubo una desocupación
considerable en los astilleros, los barcos bajaron de precio en 25%
o más, y, finalmente, muchos astilleros han cerrado parte de sus plan–
tas y todos trabajan a una capacidad reducida. Se calcula que de–
berá pasar más de una década para poder emplear la capacidad
instalada de astilleros que existe en el mundo.
29 La instalación de astilleros para barcos mayores seria muy desea.
ble si los barcos construidos localmente pudieran competir en el
mercado mundial. No cabe pensar en una industria de astilleros
destinada básicamente a proveer la demanda de la Marina Mercan–
te Nacional, porque:"
a) Nuestra flota es pequeña y requiere una gran diversidad de
barcos para atender todos los tráficos especializados;
b) La Marina Mercante chilena sólo puede competir en la me–
dida en que esté en libertad de adquirir sus naves donde sea más
económico y conveniente, incluyendo la compra de barcos de segun–
da mano, y el aprovechamiento de períodos de depresión para orde–
nar sus adquisiciones. De igual manera actúan todas las flotas com–
petidoras. Resultaría, pues, muy contraproducente supeditar el vi–
goroso crecimiento de nuestra Marina Mercante al resultado bas–
tante incierto de un astillero para construir barcos mayores.
Con todo, no puede desestimarse el interés que eventualmente
pueda existir por aportar capitales extranjeros para instalar astille–
ros. Pero dicho aporte no debería ser una forma encubierta de ven–
der maquinarias y equipos, sino que tendría que constituir una aso–
ciación real que incluya aportes de capital financiero, de tecnología
y de dominio del mercado naviero, para que los barcos que se cons–
truyan en Chile puedan competir en
el
mercado mundial.
Si no cumpliera todos estos requerimientos, la industria de as–
tilleros correría prO'bablemente la misma suerte de otras iniciativas