Materia y memoria: tesoros patrimoniales de la Universidad de Chile
E l Museo de Arte Popular lleva el nombre de su primer director, Tomás Lago, a quien le gusta- ba dejar memoria de lo sucedido, de un día o de otro. Maravillado por las cintas magnetofónicas que permitían registrar el instante, se preguntaba por el poder de la escritura para lograr el mismo efecto. Nicanor Parra, en“Palabras a Tomás Lago”, lo recuerda en simbiosis con sus colecciones de muebles, coronas mortuorias y objetos raros, pero también como un gozador del sur, de su tierra na- tal Chillán, bebiendo sonoramente en velorios y casas de recreo. La belleza de la platería mapuche, los sorprendentes y refinados trabajos de cerámi- ca de Talagante, la greda negra de Quinchamalí, los textiles, tejidos vegetales y alfarería america- na que resguarda el Museo nos hablan, en el enig- mático lenguaje de las cosas, de lo que conocemos y desconocemos de nosotros mismos. A fines del año 1940, la Comisión Chilena de Coopera- ción Intelectual -siendo Amanda Labarca presidenta de su Comité Ejecutivo- acordó organizar la primera Expo- sición de Artes Populares Americanas con miras a la ce- lebración del centenario de la Universidad de Chile, que se cumpliría en 1942. Gracias al trabajo conjunto de la Universidad con el Ministerio de Relaciones Exteriores, a través de sus embajadores y cónsules -especialmen- te Pablo Neruda, Juan Guzmán Cruchaga y Marta Bru- net- fue posible esta gran empresa cultural. Siete países americanos enviaron muestras de artesanía popular características, las que fueron donadas a nuestra Casa de Estudios y fueron las bases del Fondo Documental del Museo de Arte Popular Americano, creado en 1943 como un Instituto dependiente de la antigua Facultad de Bellas Artes. Se abrió al público el 20 de diciembre de 1944 en el Castillo Hidalgo del Cerro Santa Lucía. En 1997, tras errar fantasmagóricamente luego del golpe de Estado, su directora Silvia Ríos los ubicó en una nue- ve sede en calle Compañía 269. La historia del museo está estrechamente ligada a su primer director, Tomás Lago (1903-1975), destacado escritor perteneciente a la Generación del 20, cuyas reflexiones se ligaron a una inquietud por la identidad cultural americana. Tanto Amanda Labarca (1886-1975), la primera académica de la Universidad de Chile, como el rector Juvenal Hernández, señalaron que el arte po- pular americano permitía “examinar nuestros recursos vitales”. Lago había ingresado a estudiar a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, pero solo per- maneció dos años, para luego dedicarse a las letras. Su elección como director del nuevo museo seguramente tuvo que ver -junto con su trayectoria intelectual- con su experiencia en el Departamento de Extensión Cultu- ral del Ministerio del Trabajo, y a la organización de dos exposiciones de arte popular previas a la de 1942. Una, en 1935, auspiciada por la Universidad de Chile, con motivo de la Conferencia del Trabajo que se celebraba ese año en Santiago, y otra en 1938, auspiciada por la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de las Naciones. 254
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