Una cancillería para el próximo milenio: proposiciones sobre política exterior chilena de los candidatos a la presidencia de Chile

Los hechos comprueban irrefutablemente que este proceso daña a la inmensa mayoría de los seres humanos en la forma en que hoy cursan. El informe sobre desarrollo humano del PNUD constata, por ejemplo, que en 1960 la diferencia entre los niveles de consumo del 20% de la población mundial de mayores ingresos y el 20% de la de menores ingresos era de 30 a l. En 1990 el sistema neoliberal consiguió doblar esa proporción llevándola a 60 a l. En 1998 la cifra es ya de 69 veces a l. En estas condiciones la iniquidad, el abismo entre las capacidades de la humanidad para enfrentar las necesidades vitales de sus integrantes y la magnitud de los problemas sociales de la vida post moderna adquiere caracteres de irracionalidad. En estas condiciones el primer gran tema de una política internacional, el primer gran trabajo de una Cancillería en los inicios del siglo XXI es la defensa de la soberanía nacional. Las fronteras no se desvanecen hoy por la fraternidad entre los pueblos y en el interés de la humanidad, lo que sería bienvenido, sino que los derechos nacionales son afectados por la codicia de los poderes dominantes expresada en la persecución de un lucro siempre mayor del gran capital, y en esas condiciones las necesidades de la especie humana y las bases de su supervivencia y desarrollo enfrentan crecientes riesgos. Los estados pequeños y medianos estamos confrontados a fuertes amenazas a nuestra autodeterminación y soberanía económica y política. Una parte creciente de las decisiones que influyen determinantemente en la vida de nuestros pueblos son condicionadas o simplemente impuestas por órganos externos controlados por las grandes potencias. En el plano del desarrollo económico social, el peso que han adquirido las determinaciones de órganos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial es más determinante para la vida nacional que las decisiones que adopten o intenten adoptar los gobiernos nacionales. En ellas, en esas instituciones, las hegemonía de los países ricos es incontrarrestable. Su generación de decisiones antidemocrática, sus resoluciones adquieren el carácter de imposiciones que abren caminos y protegen el imperio de los intereses del capital transnacional. Los llamados "Programas de Ajuste Estructural", por ejemplo, fueron impuestos a tantos países resolvierido uniformemente letales disminuciones de protecciones aduaneras, de controles de los sistemas financieros, privatizaciones, aperturas de los mercados locales a la inversión extranjera, drástica reducción del rol del Estado, cortes 35

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