La estrategia y práctica de las negociaciones internacionales

Francisco Orrego Vicuña / UNA ·PERSPECTlVA ACADÉMICA Pero esta misma característica de la empresa multinacional invo– lucra un grado de peligrosidad para la soberanía nacional. Cualquie– ra que sea el grado de "amistad" que un país logre desarrollar con la empresa multinacional, el Estado debe tener siempre presente que se trata de una mera relación de conveniencia y que no puede esperar ninguna lealtad de parte de ella, que exceda del ámbito de la convenien– cia específica de la empresa. Con la misma facilidad que llega, la empresa se va, cambia de amigos y puede alterar el status político de su antiguo asociado, si ello coincide con su estrategia global. Esta cruda realidad obliga al Estado a proceder con el más frío prag– matismo y tener siempre presente su propia conveniencia política y económica, incluso cuando ella pueda variar con el tiempo. Sobre to– do, el Estado deberá cautelar con especial atención lo que conside– re ser sus áreas de interés estratégico, en lo político y económico, sea mediante la exclusión de la inversión extranjera o la discriminación en favor de la inversión nacional, dentro de una visión claramente perceptiva del futuro. Aun en medio de un proceso de globalización económica acele– rado, el Estado puede hacer valer con eficacia sus intereses naciona– les legítimos, sin que ello le signifique desperdiciar oportunidades, ni incurrir en un esquema de rechazo automático. Por lo demás la pre– sencia sostenida de ese interés nacional que sólo el Estado puede ga– rantizar, es la única manera posible de evitar que la soberanía entre en un proceso de disolución. Este sobrevendría ciertamente si el programa se juzgara únicamente con una perspectiva economlca que hiciera caso omiso de los factores políticos, los cuales son de la esencia de la nacionalidad. Desde el momento en que la empresa multinacional y el Estado pue– den complementar su interés en un esquema de conveniencia recipro– ca, capaz de garantizar la esencia de la razón de cada una de las partes, la globalización económica es hoy día compatible con un mundo de soberanías y, probablemente lo siga siendo en el futuro previsible. Lo importante es que, así como la empresa multinacional tiene clara su estrategia de desarrrollo y la impulsa con claridad e imaginación, también el Estado sepa proyectar su conveniencia y cautelar su inte– rés con agilidad y sentido del futuro. Si así no ocurriere, la balanza ter– minará inclinándose en desmedro de la soberanía

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