América Latina: ¿clase media de las naciones?
El hombre americano debe con$truir un destino en el cual en la diversidad dominen las tendencias ;t la unidad, en el cual continue– mos construyéndonos y formando, como conjunto, nuestra identidad. No se trata de rechazar las influencias externas; por el contrario, se trata de aceptarlas cuando ellas complementen nuestro ser, forta– lecen nuestros valores, aseguran mejorar nuestra perspectiva. Se trata de aceptar 10 extranjero cuando no signifique interferencia sino ex– presión legítima del contacto entre culturas en marcha. Nuestro destino no es un destino de segunda clase, que nos haría entrar al futuro por la puerta de servicio. Se ha dado en decir ahora que seremos la clase media del mundo. ¡ Glorioso destino histórico! Quienes así piensan oreen que las estructuras sociales internas y las re_ laciones de poder internacional son estáticas, no siguen la dinámica de la lu<:ha por la justicia, por la libertad, por la dignidad y por la con– quista del poder de quienes han estado oprimidos, nacional o inter_ nacionalmente, rompiendo las amarras coloniales o buscando autono– mía frente a las dependencias. Los países árabes no eran considerados ni siquiera clase media hace diez años. Por un acto político de voluntad colectiva, tomaron deci– siones respecto a sus riquezas naturales que conmovieron al mundo y crearon una nueva dinámica histórica. Ya su estatus no es de clase media. Están entre los que deciden. Al futuro se entra por muchas puertas, y no sólo por las que abrie– Íon los anglosajones en la revolución industrial del siglo XIX. Amé– rica Latina entrará por la suya, porque este continente es una nece– sidad para b humanidad, porque es el continente más rico en recur_ sos naturales, porque es el único que ha demostrado capacidad de in_ tegrar hombres venidos de todos los horizontes y a todos tratarlos co– mo ¡gua'les, porque seremos 600 miUones de hombres y mujeres en 25 años más, porque nuestra agricultura puede .ayudar a alimentar al resto del mundo. América Latina está pasandO, creo, la peor etapa de su <onvulsio– nado proceso de liberación, de su voluntad de ser por sí misma. En la República Dominicana se ha dado un ejemplo admirable y el pue. blo construye su destino en libertad. En otras partes aún se sufre y se muere. Por eso nos duele Nicaragua. Pero, más a ,J.lá de la oscuri– dad, hay un amanecer seguro. No habrá desarrolIo mientras no haya participación, ni ésta se da– rá sin libertad. Son éstos los prerrequisitos de la posibilidad de una unidad en la acción que logre, a través de un acto de PO'der, una pre– sencia activa y respetable de América Latina en el nuevo orden in– ternacional. PerO' es importante O'bservar cómo ese poder se está ya cO'nstru– yendo por la vitalidad creadO'Da del hechO' hispanoamericano. España, ausente del interés de nuestra América por cuatro siglos, expresa su
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