La zona económica exclusiva: una perspectiva latinoamericana

Reynaldo Galindo/ LA ZONA ECONOMICA EXCLUSIVA A LA LUZ... ta, las sesiones interminables, la repetición de posiciones, etc. Pero no hubo presiones de ninguna clase. Nobleza obliga, y hay que reconocerlo a los países que pudieron haberlas ejercido. No hubo gestiones de cancillería. Fue un trabajo independiente en el que cada quien intentó vencer por medio del convencimiento. El material disponible era enorme, porque además de las numerosas pro– puestas recibidas en el período de sesiones de Caracas, se contaba con nume– rosos trabajos de grupos informales de consulta. Los textos finales para la consideración de la zona económica los proporcionaron el Grupo Evansen y el Grupo de los Setenta y Siete. De ambos se obtuvieron materiales que configu– raron el diseño de la zona, el cual como sucede normalmente con textos ten– tativos, fue modificado en otros períodos de sesiones. En aquel verano gine– brino no había tiempo para reflexionar, pues se trabajaba contra el reloj, aun– que los preparativos del Texto Unico comenzaron días antes de que la Comi– sión General tomase la decisión al respecto, porque se sabía o presentía que aquel encargo a los Presidentes de Comisión era inescapable para tener una base de trabajo ordenada. Aquel Texto reflejó el estado de los trabajos en aquel momento. Desde luego la situación cambió en períodos sucesivos de se– siones y tales cambios también se reflejaron en otras versiones de aquel Texto. El punto más crítico fue el relativo a la zona como diferente de la alta mar. En este punto, con el acomodo de circunstancias, se optó por el distingo neto de la Convención de la Alta Mar de 1958, adaptándolo a la zona económica. No era necesario inventar o reinventar la pólvora, sino seleccionar las alterna– tivas viables y escoger aquéllas que parecían más apropiadas como puntos de equilibrio y compensación de intereses. Había un problema particularmente elusivo y complejo, por cierto uno de los incluídos en la abortada conferencia restringida: la navegación por los es– trechos internacionales. En el apretado acomodo de economía y seguridad emergió este tema, que aunque no estaba directamente conectado con la zona económica, en el proceso negociador se conectó, porque si los estados que propugnaban por una zona económica hubiesen apoyado las pretensiones de los estados colindantes con los estrechos internacionales, muchos estrechos internacionales hubiesen quedado bajo el régimen del mar territorial pues no excedían de veinticuatro millas. Muchos adherentes a la zona económica, par– ticularmente del mundo en desarrollo habían anUllciado apoyo a esas preten– siones. En la circunstancia numerosos países desarrollados habían expresado que sin un régimen satisfactorio de navegación por los estrechos jamás recono– cerían la zona económica. ¿Era un movimiento táctico o un hecho real? Dada las circunstancias del caso procedía concederle plena realidad y actuar en con– secuencia. Los estados que querían la zona económica tenían que elegir. Te– nían por delante otro cambalache, el concerniente a losestadosarchipelágicos, a cuyas aspiraciones dieron pleno y consistente apoyo. Algún interés debía ser recortado o moderado. Para el caso, las aspiraciones de los estados colin- 45

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