La zona económica exclusiva: una perspectiva latinoamericana
Reynatdo Gatindol LA ZONA ECONOMtCA EXCLUSIVA A LA LUZ... La zona económica, en los términos en que está diseñada en el Proyecto de Convención sobre Derecho del Mar cubre el treinta y seis por ciento de los océanos y proporciona el noventa y cuatro por ciento de las pesquerías en ex– plotación (Lewis M. Alexander, "New Approaches to the Control of Ocean Resources", International Relations and the Future oí the Oceans, editado por R. G. Wirsing. University of South Carolina Press, 1974, p. 88). Compor– ta, pues, una sustancial redistribución de los recursos vivos del mar. Dada la oposición de intereses y en particular la copresencia de desarrollo y subdesarrollo, así como disparidades en la potencia política y militar. los arreglos políticos que el texto recoge y traduce a lenguaje jurídico no han pa– sado sin ambigüedades. En algunas ocasiones los esfuerzos por aclarar las fór– mulas han caído en el obscurum per obscurious. Los usos militares de la zona, la alta mar y la zona, los derechos económicos de terceros en la zona. la deli– mitación de la zona, los derechos residuales forman una imponente acumula– ción de problemas, que auguran un complejo período de asentamiento. La ambigüedad es un ingrediente insuperable de negociaciones intrincadas y que tratan de conciliar intereses contrapuestos y con frecuencia antitéticos, en el sentido de que cualquier ventaja para el uno comporta una disminución o un retroceso para el otro. A través de la ambigüedad las soluciones se remiten a instancias posteriores, pero se salva el momento por medio de acuerdos en que cada parte espera conservar sus intereses. Cada quien lee los textos según el color de sus lentes. Aclaraciones y lógica simplemente podrían interponer un obstáculo insalvable para el acuerdo. Ya la postre es preferible un acuerdo con ciertos tintes de ambigüedad que la falta de acuerdo, particularmente si se toman medidas precisas para la solución de los diferendos. La ambigüedad es, pues. en algunos casos un recurso querido y buscado. una especie de modus vivendi que salva a los políticos y a los diplomáticos y origina la pro– blemática que atraerá a los juristas ofreciéndoles una especie de paraíso de complejidades interpretativas. Y dan deseos de echarse un brindis por la am– bigüedad, con perdón de la muy reverenciada lógica y de los sabios silogismos aristotélicos. A través de la zona económica se pueden seguir los hilos de las relaciones internacionales. Los problemas de la estrategia militar mundial, el juego de las superpotencias y los usos militares del mar han constituído medidas y crite– rios para que la zona económica pase por una criba que ha afinado sus aristas y la ha convertido en institución aceptable. El caso es que el lenguaje inocente pero muy abstracto se presta para tender un velo sobre los asuntos más espi– nosos, ya que es un modo de tratarlos por implicación y de remitir su devela– miento a la interpretación. Para los paises pequeños y medianos la zona económica es lo que su nom– bre indica, una parte del mar adyacente al mar territorial en la cual el estado costero tiene la exclusividad de la explotación de los recursos naturales. Desde luego, ese interés fundamentalmente económico puede eventualmente colisio· 43
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