La zona económica exclusiva: una perspectiva latinoamericana

LA ZONA ECONOMICA EXCLUSIVA. UNA PERSPECTIVA LATINOAMERICANA. la importanda de esos años se revela por el hecho de que en el primer perío– do de sesiones de la Tercera Conferencia del Mar destinado a asuntos de sus– tancia, en Caracas, se observó la catarata de adhesiones a la zona económica. Esto indica que el asunto había sido examinado y había obtenido creciente apoyo -en esas Comisiones. Algunas decisiones. de aquellas Comisiones modelaron el carácter de la Ter– cera Conferencia del Mar. Por ejemplo, la regla del consenso, que originalmen– te fue el escudo protector de aquella minoría d,!: pioneros. La sólida y concer– tada oposición a una conferencia restringida a tres temas (mar territorial de doce millas, algunos derechos de' pesca más allá del mar territorial, y la nave– gación por los estrechos internacionales); que propugnaban las grandes poten– cias navales, y la propuesta alternativa de una conferencia para examinar to– dos los temas y cuestiones del' mar, ron la" consiguiente posibilidad de nego– ciaciones globales, marcaron. huella decisiva en el inmediato futuro. En la ne– gociación global la zona económica tenía posibilidad de afrrmación, desde luego a cambio de un precio, un precio reai o un precio inventado, pero pre– cio al fm de cuentas.- El -precio r.eal fue la participación de otros estados;bajo ciertas condiciones, en la explotación de los recursos vivos; el precio colateral (más bien la línea de repliegue conocida de antemano) fue la adopción de al· gunas de las libertades de la alta mar; y el precio inventado fue la navegación por los estrechos internacionales. Obsérvese la composición de la Comisión Ad hoc y de la Comisión de los Fondos Marinos en sus primeros años, y se verá que todos los miembro~ lati– noamericanos adherían ya a la zona de las doscientas millas y tenían los inte– res!ls ecbnómicos como denominador común, aunque discrepaban en cuanto a las reglas de navegación. Los países comprometidos coordinaron su acción rá– pida y eficazmente. Otros· países de la región manifestaron completo de~te­ rés por aquellas Comisiones y se marginaron voluntariamente. La representa– ción latinoamericana de entonces constituyó el "Club de las Doscientas Millas". Aquella concertación en Naciones Unidas abrió el camino para la primera manifestación de política conjúnta a través de las Declaraciones de Montevi– deo y de Lima (1970). La Declaración de Montevideo dio lugar a explicacio– nes de votos divergentes y de consecuencias significativas. Algunos analistas han acentuado esas divergencias y pasado de lado las grandes coincidencias. Con todo, aquellos votos restaron fuerza política a la Declaración de Monte– video. La Declaración de Lima fue la oportunidad para que los países sin lito– ral de la región expresasen su inconformidad, no por lo que contenía, sino por lo que le faltaba. Esa inconformidad ha proseguido en la Tercera Conferencia del Mar. la Declaración de Santo Domingo (1972) llegó en el momento propicio para reforzar, precisar y encausar los reclamos de la zona de doscientas millas. Dicha Declaración no recibió voto negativo de ningún participante, aunque se manifestaron algunas abstenciones. la Declaración de Santo Domingo, excep- 40

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=