La zona económica exclusiva: una perspectiva latinoamericana

ReynaIdo Galindof LA ZONA ECONOMICA EXCLUSIVA A LA LUZ..• La Comisión Ad hoc y la Comisión de los Fondos Marinos no tenían encar– go para examinar el derecho del mar en general, sino que estaban restringidas al examen del nuevo principio del patrimonio común de la. humanidad aplica– do a la zona de los fondos marinos situada más allá de las jurisdicciones nacio– nales. Estas jurisdicciones habían sido objeto de la Convención sobre Platafor– ma Continental de 1958, pero carecían de espacio y límites estables. El caso es que la extensión de la zona internacional sometida al principio del patrimo-· njo común de la humanidad está en razón inversa de las jurisdicciones nacio– nales sobre la plataforma continental. Por implicación, pues, aquellas Comi– siones tenían que rozar la jurisdicción de los estados. Con todo, la posición la– tinoamericana consistió en negar competencia a tales Comisiones para estu– diar la cuestión de los límites y en sostener que el examen del contenido del objeto -la zona internacional- era independiente de los límites, ya que esto último requería mandato expreso de la Asamblea General. La posición latino– americana bastó para hacer de los límites una especie de tabú. El examen de los límites en aquel momento hubiera sido inoportuno para los reclamos uni– laterales de países latinoamericanos. La primera etapa fue particularmente difícil, de aislamiento político y di,. plomático, de mera aventura, caracterizada por contínuas presiones extranje– ras y por algunos incidentes. De entonces viene la "guerra del atún". La meta era tan huidiza que incluso países de la región la consideraban excesiva e irreal. De entonces data la primera concertación subregional, la de la Comisión del Pacífico Sur (1952). En 1950 El Salvador incorporó a su Constitución la zona económica de sentido exclusivamente económico y de libre navegación. El grupo de pioneros desarrolló una acción, generalmente débil y poco coordina– da, en la Conferencia del Mar de 1958. Eran tan pocos que estaban a la defen– siva. Las voces latinoamericanas quedaron aisladas, sumergidas y abrumadas en una atmósfera en que la suficiencia de los maestros europeos del derecho internacional daba una de sus postreras muestras de poder arrollador. Aque– llos caballeros, pulidos en el arte del savoir faire, reían discretamente ante re– elamos que en cuchicheos calificaban de desorbitados, pero jamás, ni en los mollejones de los pasillos, los atribuyeron a ignorancia o tontería. Eran ideas raras, venidas de un mundillo subdesarrollado, vástago trunco de la cultura europea que, según Papini había divulgado por entonces, nada había dado co– mo legado cultural. Para la Conferencia de 1960 la situación se manejó mucho más por círculos políticos que académicos y el famoso "arm twisting" operó con todo vigor. Un voto hizo la diferencia respecto de la propuesta para preci– sar la anchura del mar territorial que al mismo tiempo era el inicio de la alta mar, y por lo tanto el entierro de las reclamaciones latinoamericanas. Un voto pesa poco las más de las veces, pero en situaciones muy apretadas equivale al todo, como aquel voto que en San Francisco reconoció el veto a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Los años de la Comisión Ad hoc y de la Comisión de los Fondos Marinos fueron decisivos para el desarrollo y el reconociíniento de la zona económica. 39

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