América Latina y Asia-Pacífico

DISCURSO 65 El libre comercio no es una religión proveniente del cielo. Es una invención meramente humana, y tales invenciones pue– den ser, en la práctica, horriblemente equivocadas. ¿Cuántos millones de personas murieron porque alguien inventó el co– munismo y el nacionalsocialismo? ¿Cuántos países han sido empobrecidos por las teorías de orientación socialista? El libre comercio está muy bien, pero no es perfecto. De hecho, es defectuoso. Una y otra vez se ha abusado de la liber– tad del mercado. Los malos elementos y los bandoleros han saqueado el mercado bursátil, los mercados de commodities, el mercado financiero y prácticamente todas las demás institucio– nes económicas, en nombre del libre comercio. Necesitamos el comercio para ser libres, pero seamos ho– nestos. No puede existir libertad absoluta para cualquier fin. Si la sociedad ha de existir como tal, si la sociedad ha de ser pací– fica, estable y próspera, no puede existir libertad absoluta, por la simple razón de que la libertad de uno limita o niega la liber– tad de otro. La libertad debe, por consiguiente, sujetarse a re– gias que la limitan, a leyes y regulaciones en orden a que sea compartida de manera equitativa. El libre comercio nunca ha sido verdaderamente libre. Aún hoy día, existe un sinnúmero de leyes y reglamentos para ase-' gurar su funcionamiento. Sin estas normas, tendremos solamen– te mercados anárquicos, en los cuales los fuertes, los que no tienen escrúpulos y los irresponsables explotarán y abusarán del comercio. Para la mayoría de los débiles y pasivos, en la práctica no habrá libre come¡:cio. Para ellos el mercado será regulado por los malos elementos. Esta es la verdad pura y simple acerca del libre comercio. Las actividades de los operadores del comercio de monedas niegan la libertad a otros, a los pueblos de muchos países y a los países mismos. Por consiguiente, es necesario que regule– mos o prohibamos el comercio de monedas, de manera que pueda florecer el libre comercio. Sé que les resultará difícil aceptar lo que estoy diciendo. No obstante, pensemos en lo que conviene a los intereses del