Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

OSVALDO SUNKEL blación dio lugar a un re-examen crítico de esas políticas y a un profundo debate que derivó en tres posiciones y propuestas claramente diferenciadas. Por una parte, una incipiente propuesta neoliberal, que rechazaba categórica– mente las políticas que se habían aplicado en las décadas anteriores desde una perspectiva mercadocéntrica. Fue formulada inicialmente por la Misión Klein-Sachs contratada para combatir la crisis inflacionaria de la segunda mitad de los años 50 y desarrollada posteriormente en forma sistemática y progresiva por los economis– tas norteamericanos y chilenos que renovaron la enseñanza de la economía en la Universidad Católica a partir de un convenio de colaboración con la Universidad de Chicago. Este fue inspirado y promovido por el gobierno de los Estados Unidos para enfrentar las corrientes de pensamiento cepalinas y socialistas, en el contexto de una de las etapas más álgidas de la Guerra Fría y de creciente influencia de la revolución cubana. En segundo lugar, una corriente de profundización de la propuesta desarrollista del gobierno del Presidente Frei recién reseñada: industrialización, reforma agraria y sindicalización campesina, políticas sociales y promoción popular, reforma tributaria, planificación, etc. En tercer lugar, una propuesta radicalizada también basada fundamentalmente en el diagnóstico desarrollista pero de inspiración marxista, a partir de la crítica derivada de una de las corrientes del enfoque de la «dependencia» que se populari– zó desde mediados de la década de 1960. Se argumentaba, básicamente, que el desarrollo no era viable dentro del sistema capitalista internacional por cuanto este, según lo expresado por uno de los autores más populares de esta corriente, propendía al «desarrollo del subdesarrollo». Este pensamiento tuvo marcada influencia en el programa de gobierno de la Unidad Popular, corriente política de izquierda que llevaría a la Presidencia a Sal– vador Allende en 1970, con un programa que, además de reformas estructurales como la reforma agraria, creaba un sector socializado formado por la expropiación de las grandes empresas privadas, nacionalizaba la Gran Minería del cobre, am– pliaba la participación popular, etc. La irrupción de la Unidad Popular y su posterior y dramático colapso no puede entenderse sino en el contexto del propio desarrollo del modelo Estadocéntrico y en particular, en el ascenso de las clases obreras y campesinas, y el desarrollo de la intelectualidad a nivel de las clases medias, producto de las grandes transformacio– nes económicas y sociales de los años 50 y 60. El fortalecimiento de las organizaciones obreras y de los partidos de izquierda alcanzó su cénit con el triunfo de Salvador Allende en 1970. Estos llevaron adelante un programa de gobierno que, sobre la base de un modelo desarrollista pero con una crítica marxista al capitalismo, aspiraba a construir una sociedad socialista mediante el desarrollo de las fuerzas sociales y productivas vinculadas a un Estado mucho más activo y con mayor ingerencia en todos los ámbitos del quehacer eco– nómico. Lo anterior, y en ello descansaba lo novedoso, en un ambiente de legalidad democrática. El primer año del Gobierno de la Unidad Popular se caracterizó por una activa acción del Estado. Se dio fuerte impulso a la política fiscal y monetaria, apuntando a elevar los ingresos y aumentar así la demanda interna. Esto se tradujo en un 82

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