Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas
UN ENSAYO SOBRE LOS GRANDES GIROS DE LA POLÍTICA ECONÓMICA CHILENA mía y del Banco Central, en tanto que un Comité Económico informal -en el que participaban algunos ministros así como representantes de ciertas entidades públi– cas- actua ba como organismo coordinador de la política de corto plazo. Como puede verse, las principales políticas de la estrategia de desarrollo y de estabilización del gobierno fueron encomendadas directamente a poderosas corpo– raciones estatales o a determinados ministerios, todos ellos dotados de amplia au– tonomía dentro del sector público y respaldados por poderosos grupos de interés -como la Cámara de la Construcción en el caso de los Ministerios de Obras Públi– cas y de la Vivienda- o bien por fuertes compromisos políticos -como en el caso de la reforma agraria y del control de la inflación. Frente a esta fragmentación del poder público y de los organismos encargados de tomar decisiones, un cuerpo con– sultivo como ODEPLAN tenía pocas posibilidades de llegar a desempeñar un rol decisivo en la coordinación de las políticas de estos diversos gigantes, o de hacerlos adherir en forma coordinada a algún programa de desarrollo a largo plazo dentro de un marco de equilibrios macroeconómicos de corto plazo. Sin embargo, en especial durante los tres primeros años de gobierno, se logró alguna coordinación, debido sobre todo a que por primera vez se trataba de un gobierno de un solo partido, de manera que el acuerdo sobre ciertas decisiones básicas de largo plazo podía lograrse en el ámbito del partido y del gobierno. Pero al deteriorarse con el tiempo esta condición de unidad política, al aumentar los conflictos entre el partido y el gobierno, e incluso al interior del propio partido, este elemento de coordinación también se debilitó. La situación se agravó debido a que el gobierno se había comprometido a lograr algunos objetivos extraordinariamente ambiciosos en las actividades antes mencio– nadas y al mismo tiempo estaba comprometido a detener la inflación mediante un programa de desaceleración de la misma en el plazo de tres años. Como la econo– mía estaba relativamente deprimida, durante varios años lograron el milagro de acelerar el crecimiento reduciendo al mismo tiempo el aumento de precios. Como los precios del cobre se elevaron considerablemente y el mercado mundial era muy favorable, al mismo tiempo que aumentaba la tributación interna, fue posible in– crementar de manera apreciable los gastos del gobierno durante los dos primeros años, en circunstancias de que los ministerios y las principales corporaciones co– menzaban a realizar sus ambiciosos objetivos. Pero tan pronto como la economía recuperó niveles altos de actividad, las presiones inflacionarias empezaron a acu– mularse nuevamente y se logró lo contrario de la proyectada desaceleración de las alzas de precios. La necesidad de detener la expansión fiscal constituyó la prueba definitiva para la planificación, ya que se requería una reducción coordinada de los diversos programas, para evitar una depresión o serios desequilibrios en la econo– mía. En este momento crucial para la planificación se demostró más allá de toda duda que la coordinación no era posible y que cada fragmento de poder público empleaba todo su peso con el fin de mantener su propio programa a expensas de los demás. Nuevamente la necesidad de lograr un mínimo razonable de equilibrios macroeconómicos complicó el logro de las metas de largo plazo. En década de 1960, el hecbo de que las políticas estadocéntricas no lograran la industrialización, modernización y mejoramiento de las condiciones sociales de la mayoría de la po- 81
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