Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

OSVALDO SUNKEL convirtiéndose en el proceso en una especie de banco industrial. Tercero, se abrie– ron las puertas y se dio amplio estímulo a la inversión privada extranjera, al financiamiento externo, a la asociación con capital exterior, al uso de licencias y patentes, etc. El proceso de desarrollo industrial experimentado por Chile en esas décadas adoleció de fallas serias. Iniciado y desarrollado en un mercado casi absolutamente protegido, de tamaño relativamente pequeño, algunas de sus características negati– vas más notables han sido la ineficiencia, el derroche de recursos, la elevada con– centración de la propiedad y la fuerte dependencia de fuentes extranjeras de financiamiento, de tecnología y de administración. Más aún, el carácter crecientemente capital-intensivo de la estructura industrial -debido a que se entra– ba en líneas nuevas y técnicamente más avanzadas, al reemplazo del equipo obsole– to en las plantas existentes, y a la sustitución de la manufactura primitiva por la industria moderna- dio por resultado la creación de un número insuficiente de nuevas oportunidades de empleo. El desarrollo industrial se convirtió así en otro sector problemático de la actividad económica, que requería una reorientación bá– sica para volver a ser uno de los factores dinámicos más importantes de crecimiento y desarrollo. Por otra parte, al igual que otros países subdesarrollados y dependientes, Chile se caracterizaba por ingresos de divisas relativamente estacionarios y altamente inesta– bles. Lo que es menos conocido es cómo el proceso de sustitución de importaciones dinamizó parte importante de estas agravando el estrangulamiento externo. La sustitución de importaciones consistió básicamente en fabricar en el país los bienes de consumo que antes se importaban. Pero como en el país no existía un complejo industrial básico, hubo que importar la maquinaria, el equipo, y una amplia gama de productos semimanufacturados e insumos necesarios para fabricar el artículo de consumo final. De este modo, un proceso dinámico de industrializa– ción dio lugar a un proceso igualmente dinámico de demanda de insumos industria– les y bienes de capital importados. Mientras se pudiera ahorrar divisas dejando de importar bienes de consumo finales, para emplearlas en la importación de bienes de producción, todo iba bien. Pero una vez que llegaba a su fin la sustitución de bienes de consumo, la continuación del desarrollo industrial requería un volumen crecien– te de importaciones industriales, mientras que las exportaciones aumentaban en forma lenta y ya no se podía ahorrar divisas dejando de importar bienes de consu– mo: cada dólar debía emplearse en la importación de algún artículo esencial, por lo cual las nuevas importaciones esenciales solo podían financiarse desplazando otras igualmente esenciales. El financiamiento externo es, por supuesto, la respuesta de corto plazo a la necesidad de continuar con el desarrollo industrial a pesar de esta verdadera «trampa cambiaría». Sin embargo, como el desarrollo industrial no había contribuido significativamente a dinamizar las exportaciones, por razones obvias -ineficiencia y altos costos; inversiones extranjeras orientadas al mercado interno por medio de las subsidiarias y de los contratos de licencia y patentes; falta de acceso a los merca– dos de países desarrollados, etc.- el financiamiento externo, cualquiera fuera su forma, pronto se convirtió en un nuevo factor de desequilibrio de la balanza de pagos. En estas condiciones, había que encontrar rápidamente nuevas fuentes de

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