Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas
OSVALDQ SUNKEL des exportadoras y del comercio exterior en general. Este sector se contrajo en relación con el PIB, mientras que el sector público se expandía, o sea, una reducción relativa de la base tributaria más importante. Además, muchos derechos de impor– tación y de exportación eran de tipo específico, de modo que su valor real y su incidencia declinaban con el alza de precios. Por otra parte, la estructura cambiante de las importaciones redujo gradualmente el volumen relativo de las importaciones de mercancías gravadas con derechos elevados (las de bienes de consumo), y las reemplazó por otras que pagaban derechos bajos o que eran libres de derecho (ma– terias primas y bienes de capital), así como por crecientes importaciones del sector público, también libres de derechos de importación. Trasladar la carga tributaria del comercio exterior y el sistema de cambios múltiples a la actividad económica interna no era tarea fácil, por cuanto la estructura política del país dificultaba una reforma tributaria amplia, así como el establecimiento de una administración tributaria efi– ciente. El resultado fue un desordenado aumento anual de las tasas y la creación sucesiva de una gran variedad de nuevos impuestos, lo que en definitiva condujo a un sistema impositivo desarticulado y con escasa elasticidad o flexibilidad. El proceso de largo plazo que acabamos de describir se manifestó temprana– mente con una aguda crisis en 1953. Ese año, graves dificultades en el mercado del cobre obligaron a abandonar el sistema de cambios múltiples, que subvencionaba fuertemente las importaciones «esenciales», produciéndose una substancial deva– luación de la moneda nacional. Este hecho, junto con el aumento simultáneo de los salarios, en un intento por compensar al consumidor por la elevación de los pre– cios, prendió la chispa de un explosivo movimiento inflacionario que amenazó con hacerse totalmente incontrolable. Este problema de corto plazo contribuyó a agudizar la crisis fiscal de largo plazo que acaba de mencionarse. Las crecientes necesidades del sector público habían sido financiadas en gran parte por una pesada y creciente tributación a los princi– pales exportadores de cobre, mediante la aplicación de una tasa de cambio crecientemente sobrevaluada. Los impuestos llegaron a ser tan elevados que la pro– ducción de cobre se estancó, lo que llevó en 1956 a revisar el tratamiento impositi– vo a fin de estimular nuevas inversiones. Visto en perspectiva, este cambio en la política del cobre que se había venido aplicando por más de 20 años, fue en verdad el primer paso en la reorientación de la estrategia de desarrollo «hacia adentro» que se venía siguiendo desde 1940. El segundo paso -la «chilenización» de las minas- sería una de las «vigas maestras» de la nueva estrategia adoptada en 1964. Otra dificultad que se agudizó en la década de 1950, fue la falta de respuesta del sector agrícola a la creciente demanda de alimentos por parte de una población urbana en rápido crecimiento y con ingresos crecientes, además de un sector manu– facturero cuya demanda de materias primas también aumentaba constantemente. La lentitud de la expansión de la producción y la productividad agrícolas influyeron además decisivamente en el estancamiento de la economía en su conjunto, no solo por la importancia relativa de la agricultura, sino también porque el estancamiento rural tendía a limitar la expansión industrial. Asimismo era una causa básica de pre– sión inflacionaria y tendía a agravar las dificultades de la balanza de pagos. La agricultura chilena se había caracterizado desde siempre por la existencia de una estructura antieconómica en la tenencia de la tierra, en la que predominaban el
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