Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas
OSVALDO SUNKEL bIes. De ahí la preferencia por una estrategia de desarrollo «hacia adentro» basada en una mayor y más racional utilización de los recursos humanos y naturales del país. Esta orientación se acentuó aún más con la Segunda Guerra Mundial, que estalló en el preciso momento en que la CORFO iniciaba sus operaciones. El conflic– to internacional ilustró una vez más la dependencia del país respecto de los aconte– cimientos externos. A pesar de que los recursos financieros eran relativamente abun– dantes como resultado del aumento de las exportaciones de minerales estratégicos, hubo grandes dificultades para obtener en el exterior la maquinaria, equipos y demás bienes necesarios para la expansión de la industria manufacturera. Tanto la capacidad industrial de los países desarrollados, como sus medios de transporte, eran absorbidos totalmente por el esfuerzo bélico. Como consecuencia de estos acontecimientos externos, y del cambio sociopolítico interno, la estrategia de desarrollo del nuevo gobierno se redujo a dos orientaciones básicas: política social e industrialización. La primera se manifestó principalmente en mayores salarios urbanos y en nuevos y más amplios programas de seguridad social, salud, educación y vivienda. Los efectos fueron impresionantes y duraderos en materia de seguridad social y salud pública, donde se crearon nuevas y podero– sas instituciones, especialmente el Servicio Nacional de Salud. La educación, parti– cularmente la secundaria y la técnica, también recibió nuevo ímpetu. Es importante comprender que la CORFO no tuvo que inventar una política industrial. Por el contrario, como ya se ha explicado, el efecto de la Segunda Gue– rra Mundial en la economía chilena, al igual que en otras economías en situación parecida, fue inducirlas a un proceso de industrialización, estimulado por las con– diciones expansivas de la economía y por la escasez de bienes manufacturados e insumos industriales importados. Hacia 1940 este proceso de industrialización se encontraba ya en marcha, de manera que la CORFO heredó una orientación general que en alguna medida ya se practicaba, una estrategia implícita que solo necesitaba ser racionalizada y continuada de manera más sistemática. En la práctica, el proceso de industrialización había comenzado el siglo anterior, había recibido un impulso considerable y sostenido después de la Depresión mun– dial y sobre todo durante la Segunda Guerra Mundial. La crisis de la balanza de pagos y las dificultades para importar mercancías dieron lugar a un fuerte protec– cionismo, en circunstancias de que los gobiernos mantenían o aumentaban el gasto público, a fin de contrarrestar la desocupación. De esta manera se fomentó la insta– lación de industrias para la fabricación de bienes de consumo. En economías que tradicionalmente se especializaban en la producción de materias primas exporta– bles, ello significaba necesariamente importar los bienes de capital y los productos intermedios necesarios para las nuevas fábricas. De esta manera, la importación de bienes de consumo finales se reemplazó gradualmente por la de la maquinaria y demás insumos destinados a producir esos bienes en el país. Esto dio lugar a un cambio en la composición de las importaciones, que es la otra cara del proceso de industrialización mediante la sustitución de importaciones. Un sector industrial en rápida expansión conducía necesariamente al incremen– to de la demanda de combustibles, materias primas, metales básicos, productos químicos, energía, transportes, comunicaciones, servicios financieros y comercia– les. Además, se requerían trabajadores especializados, administradores y empresa- 72.
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