Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas
RICARDO BIELSHOWSKY y CARLOS MUSSI En los años 90, durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, se fortale– ció la idea de organizar el gasto federal en el campo de la infraestructura, mediante el concepto de «ejes nacionales de integración y desarrollo». A través de licitaciones realizadas por el BNDE, en el período 1991-1999 se movilizó a un gran número de universidades en apoyo a la elaboración de una cartera de inversiones públicas y privadas, que serían integradas al Plan Plurianual 2000-2003 (Gobierno federal, 2000). El concepto de planificación nacional a través de la lógica territorial era innovador, pero enfrentaba dificultades ya existentes en el intento de organizar un nuevo proyecto de desarrollo nacional basado en el presupuesto público federal, que tradicionalmente se estructuraba de acuerdo con las lógicas «nacionales», «sec– toriales» y «ministeriales» de distribución de los recursos federales. El siguiente Plan Plurianual (2004-2007) presentaría una estrategia originada en la tradición desarrollista «crítica» brasileña: la del desarrollo marcado por el mercado de consumo de las masas. Los episodios más importantes de la trayectoria de esa estrategia en el pensamiento desarrollista hasta los años 1970 son: i) En los años sesenta, Celso Furtado (1965) sostuvo que debía modificarse la estructura distributiva para provocar un cambio en el perfil de la demanda y reorientar la estructura productiva hacia un aumento en la densidad del empleo y de la mano de obra. Mientras no ocurriera esto, habría una tendencia a la concentración del in– greso y a la paralización por insuficiencia de la demanda y rendimientos decrecien– tes de escala; ii) Años después, María Concei~ao Tavares y José Serra (1972) sostu– vieron que la concentración del ingreso era socialmente negativa pero funcional al crecimiento; iii) Varios economistas comenzaron a demostrar que una redistribución del ingreso generalmente implicaría un aumento de la demanda de bienes de los sectores modernos de la economía más que proporcional al incremento de los in– gresos. La principal implicación analítica de estas indicaciones era que el mejora– miento de la distribución del ingreso no implicaría un cambio radical en la estruc– tura productiva. En estas circunstancias, la cuestión de la adaptación del perfil de oferta a un perfil de demanda en que la concentración de ingreso fuera menor, recibía un nuevo ingrediente importante; d. Antonio Barros de Castro (1989) perci– bió el alcance de esta constatación y sostuvo que Brasil reunía condiciones para ingresar en una etapa de expansión «horizontal» de la estructura moderna ya exis– tente, ampliando el acceso a bienes de consumo modernos a las clases más pobres. En Brasil, la estrategia de construcción del futuro debería basarse en la posibilidad de expansión de los segmentos modernos, que prometía grandes incrementos de la productividad gracias a las economías de escala. El Partido de los Trabajadores aprovechó el proyecto documentado en la cam– paña electoral del 2002, y al año siguiente el gobierno de Lula lo incorporó como estrategia de desarrollo a largo plazo dentro del Plan Plurianual 2004-2007. El estilo de crecimiento presentado oficialmente parte de la base de la simultaneidad entre la expansión de las inversiones, la productividad y la competitividad y la adecuada transferencia del aumento de la productividad al ingreso de las familias trabajadoras (a través del mercado de trabajo, de la reducción de los precios de los bienes y servicios populares, y de políticas sociales muy activas). La modalidad de integración del crecimiento y la distribución del ingreso -que por décadas tuvo vigencia en países desarrollados con un gran mercado interno- se consolidaría con
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