Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

MARTÍN HOPENHAYN Respecto de Brasil, se sostuvo que los problemas de consolidación de la demo– cracia tienen que ver con ciertas tradiciones culturales y que negativizan el conteni– do mismo de la democracia y se planteó que hacía falta más investigación sobre la democracia y que se requería arraigarla más en términos de la estabilidad, en térmi– nos de la rendición de cuentas. Se hizo alusión, finalmente, al hecho de que en Brasil, tanto dirigentes como parlamentarios cambian muy fácilmente de partido, lo que merma su credibilidad y la del sistema político. Respecto del caso chileno, se señala la atención hacia la historia política de Chile, mostrando que, hasta el 73, la política era tremendamente estructuradora de la sociedad. Había una política partidaria en que los partidos se correlacionaban con clases sociales, con un desarrollo político institucional mucho más fuerte que el nivel de desarrollo económico y donde el liderazgo político se imbricaba con el liderazgo social. Y donde la democracia, de alguna manera había resuelto el pro– blema de la representación pero no el de la inclusión. El problema era que la legiti– midad del sistema democrático era más instrumental que valórica. Eso venía quizás del siglo XIX, lo cual se constituye en un riesgo cuando se polarizan los conflictos y cuando la exclusión social empieza a aflorar y a presionar sobre los mecanismos de representación. La polarización de los años 60, junto con esta visión instrumental de la política, con la desaparición del centro político como mediador, fueron elementos que con– currieron en la crisis del golpe militar. Este produce una gran ruptura en este senti– do, en la medida en que produce un divorcio histórico entre política y sociedad. Estos elementos que estaban tan juntos, tan articulados, se rompen y ese divorcio sigue hasta hoy, donde la política no se estructura básicamente en la sociedad, como ha sido históricamente. Para la polémica, dos afirmaciones de Manuel Antonio Garretón: una, que lo único que se modernizó en la época de la dictadura fueron las finanzas, y la otra, que el éxito chileno no se debe a una pericia técnica, sino sobre todo a un factor político, como es el hecho de que durante todo este tiempo, digamos, quince años, hay continuidad del gobierno de la Concertación, que por primera vez es un gobier– no de mayorías sociales y de mayorías políticas. Pese a ello, está esta especie de paradoja extraña: durante muchos años un go– bierno mayoritario no se atreve a enfrentar claramente el problema de los enclaves autoritarios, y recién ahora aparece la posibilidad de superarlos o de superar parte de ellos. Las hipótesis respecto de esta tremenda dilación para enfrentar algo que políticamente debió enfrentarse antes, alude al trauma, un sentido casi sobredimensionado de responsabilidad frente a los actos, ante los costos que pue– dan llegar a entrañar. El éxito económico, un poco al estilo de la Alemania de la postguerra, tapa los siniestros, tapa también los traumas y las cuentas pendientes. La pérdida de rele– vancia política para la sociedad civil, donde los poderes fácticos son los que entran a fijar agendas, etc. y como corolario final, la deuda pendiente en términos políticos de recrear o reconstruir, de alguna manera, la relación entre el sistema político partidario y social. Carlos Huneeus enfatizó también el peso traumático del pasado y el hecho de que la reconciliación todavía está pendiente en muchas formas. También volvió 288

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