Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas
PROMESAS y DESAFÍOS DE 1.A EVOLUCIÓN DE LAS POLÍTICAS SOCIALES Aun cuando los resultados de las políticas fueron muy exitosos, especialmente en el primer gobierno de transición, la fuerza de la movilización social no se mantu– vo. En parte por el natural desgaste que produjo en esas organizaciones el esfuerzo de la lucha antidictatorial, en parte por la falta de renovación de los dirigentes sociales (es frecuente encontrar dirigentes en juntas de vecinos que se formaron como tales en el proceso de Promoción Popular de los años 60 del siglo pasado), pero también por otras dos causas. Una, el temor de la dirigencia política en el Gobierno de que mantener la movilización generara un retroceso en el curso de la transición, dado el poder que aún mantenía Pinochet, que continuaba siendo Co– mandante en Jefe del Ejército, en tanto que ocupaban similares cargos en las otras ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros personas designadas por él y que gozaban de inamovilidad. Otra, que se desarrol1ará paulatinamente, que el cambio en las condiciones sociales y económicas, y la relación económica que prevalece en muchas de las prestaciones sociales, generó otro tipo de actitudes en relación con el tipo de organizaciones que se requieren y al compromiso entre ellas. El Índice de Desarrollo Humano ha evolucionado de 0,703 en 1975 a 0,784 en 1990 y 0,839 en 2002. El equipamiento de los hogares ha tenido un cambio aun más significativo, con la conectividad a la Internet, y el acceso a créditos de consu– mo. Un 38% de los jóvenes de 18 a 24 años tiene acceso a la educación superior, contra 18% en 1990. Pero el número de personas que participa activamente en organizaciones sociales y en partidos políticos se ha reducido. Las organizaciones tradicionales vinculadas al territorio y a las opciones de trans– formación social se han debilitado, y están surgiendo nuevas formas de asociación vinculadas a la condición de consumidor, beneficiario o afectado por alguna acción pública o de privados. Este nuevo tipo de asociacionismo tiene que ver con una nueva visión de la estructura social, en que se espera menos de la acción del gobierno y se confía más en el impulso personal o en el éxito individual. Esto es visto en distintos procesos sociales, desde los espacios nacionales e internacionales hasta el nivel local. Así también se han ido sustituyendo los liderazgos desde los actores comunitarios (pro– fesores, dirigentes sociales y políticos, médicos) hacia los actores mediáticos (actores, periodistas, conductores de medios), lo que impacta también en las organizaciones. Esto ha sido ampliamente estudiado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que en su último Informe El Poder: ¿para qué y para quién? (PNUD, 2004), señala « ••• surge de las conversaciones una idea común, que en sus trazos gruesos no se ve afectada por las diferencias sociales. Se trata de la percep– ción de que las formas tradicionales de definir el significado, la distribución y el uso del poder a nivel social constituyen un obstáculo para realizar el proyecto personal y colectivo de ser más y mejores.» Parece estar surgiendo un nuevo tipo de ciudada– no que al mismo tiempo que se siente más autovalente, se siente más distante de las estructuras de poder y de los procesos que lo generan. Lo importante es, en todo caso, que se está generando una nueva forma de organizaciones sociales que, al ser respaldadas por las estructuras legales del Esta– do, como está ocurriendo en áreas tan diversas como medio ambiente, asociaciones de consumidores, consejos escolares y otras, permiten suponer que se reiniciará, con nuevas formas, la reconstrucción de los tejidos sociales. 277
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