Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

RICARDO BIELSHOWSKY y CARLOS MUSSI proyecto de establecer un capitalismo industrial moderno en el país y la convicción de que para ello había que planificar la economía y practicar diferentes formas de intervención gubernamental. Las semejanzas y diferencias pueden resumirse así: i) De acuerdo con su carrera profesional, los economistas desarrollistas tenían preocupaciones y lenguajes en cierto sentido diferentes. Los que actuaban en el sector privado defendían los intereses empresariales en forma distinta a los que trabajaban en el sector público; ii) En el sector público había dos posturas desarrollistas básicas respecto de la intervención estatal. Los economistas denominados «no nacionalistas» propo– nían soluciones privadas para proyectos industriales y de infraestructura, con utilización de capital extranjero o nacional, y admitían la intervención estatal directa únicamente en el último caso. Los nacionalistas, por el contrario, pro– ponían la fuerte presencia estatal en los sectores de minería, transporte, ener– gía, servicios públicos en general y algunas áreas de la industria básica. Entre los desarrollistas del sector privado, las posturas sobre el tema no eran unifor– mes, pues algunas se aproximaban a la primera y otros tenían una visión más nacionalista; iii) Las tres corrientes adoptaban criterios diferentes respecto del control de la inflación: la corriente no nacionalista se inclinaba por programas de austeri– dad monetaria y fiscal, mientras que las otras dos eran cautelosas al respecto, debido a los efectos de las inversiones en la producción corriente y además, se diferenciaban en el análisis del problema. En el sector privado, la gran preocu– pación era evitar la disminución del crédito, y no se adoptaba la interpretación estructuralista; los nacionalistas se preocupaban tanto de la reducción del cré– dito como de la reducción de la capacidad de gasto del Estado y en los años 1950 se inclinaron por una visión estructuralista de la inflación. Las entidades representativas del empresariado, universidades y otras organiza– ciones reunían a economistas de la corriente desarrollista del sector privado (Ro– berto Simonsen, Nuno Figueiredo, Joao Paulo de Almeida Magalhaes, etc.) Sus ideas transmitían una doble preocupación: defender un proyecto de industrializa– ción planificada y proteger los intereses del capital industrial privado. Como es obvio, el lugar de trabajo determinaba el lenguaje, la forma y el contenido de las propuestas. Su momento de mayor creatividad fue, posiblemente, la participación del pione– ro del desarrollo, el industrial Roberto Simonsen, en la controversia con Eugenio Gudin, en 1944. El esfuerzo de Simonsen (1977) condujo al primer postulado siste– mático de las propuestas desarrollistas. Su argumentación constituye un hito en la historia del desarrollismo en general, y un momento de fusión entre las perspectivas públicas y privadas de la problemática de la industrialización en el país. La corriente que llamamos «desarrollista no nacionalista» aglutinó a los econo– mistas que creían que el proyecto de industrialización podía favorecerse amplia– mente con las inversiones extranjeras, y prefería minimizar la participación estatal directa. Se consolidó básicamente a principios de los años 1950, en torno al proyec– to que durante el segundo gobierno de Vargas creó la Comisión Mixta Brasil-Esta-

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=