Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

MARIA HERMINIA TAVARES DE ALMEIDA El primer gobierno civil, al cabo de veinte años de mando militar, estaba con– vencido de que para superar la pobreza bastaba con adoptar políticas económicas que propiciaran el aumento del empleo y de los salarios y políticas sociales univer– sales y progresivas. Las fuerzas democráticas adoptaron en la medida de 10 posible -y deseable- la fórmula clásica de la social democracia para enfrentar la pobreza: desarrollo dirigido por el Estado y reforma universalizante del sistema de protec– ción social. Sin embargo, el gobierno de José Sarney (1985-1989) creyó necesario establecer políticas de emergencia orientadas a los grupos más vulnerables de la población. Así, en dos versiones sucesivas del Programa de Prioridades Sociales, dadas a cono– cer en 1985 y 1986, se incluyó un Plan de Emergencia para combatir el hambre, el desempleo y la miseria. El plan consistía en fortalecer los programas ya existentes de distribución de alimentos para niños, mujeres embarazadas y madres lactantes, además de otorgar subsidios alimentarios a las personas cuyo ingreso fuera inferior a dos salarios mínimos l • Además, se crearon tres nuevos programas, de distribu– ción de leche y alimentos mediante vales entregados por conducto de las asociacio– nes comunitarias, el Programa de leche y el Programa de Alimentación Popular (Programa do Leite e Programa de Alimentas:ao Popular) y el programa de distribu– ción de Medicamentos por conducto del servicio público de salud 2 • La ola inflacionaria hizo sucumbir el Programa de Prioridades Sociales. Sin embargo, los programas de distribución de leche y de alimentos, en especial el primero, tuvieron alguna influencia, no tanto para reducir la pobreza sino para fortalecer redes y prácticas de c1ientelismo político. Junto con las nuevas iniciativas introducidas bajo la presidencia de José Sarney, el Sistema de Asistencia Social, creado en los años 1940 en torno a la Legión Brasilera de Asistencia (LBA)3, siguió llevando a cabo sus programas tradicionales mediante una red amplia y descentralizada, que conectaba a organismos de todos los niveles de la federación con millares de organizaciones sociales y humanitarias. El c1ientelismo también intervenía allí al imponer códigos y reglas de funcionamiento. La Constitución de 1988 establecía nuevas directrices para la reforma del siste– ma de protección social del país. A juicio de los diputados constituyentes el sistema heredado del autoritarismo adolecía de excesiva centralización, de mecanismos ce– rrados de toma de decisiones, ineficiencia, traslapo irracional de programas e ini– ciativas a distintos niveles de gobierno, corrupción, utilización de recursos para política de clientela y, especialmente, distribución desigual de derechos y benefi– cios. En consecuencia, los principios rectores de los cambios en educación, salud, Baio el gobierno militar se habían creado programas de distribución de alimentos para niños y madres a través del sistema de escuelas públicas y de los centros públicos de salud. Grandes burocracias centrales se encargaban de la gestión de esos programas en Brasilia. A principios de los años 70 las prestaciones de la seguridad social, en especial jubilaciones y pensiones, se ampliaron a los trabajadores rurales a partir de esquemas no contributivos. El plan apuntaba también a promover acciones foca lizadas de distribución de alimentos, educación, salud, construcción popular y asentamientos rurales que nunca llegaran a mate– rializarse. Para una buena descrípción de las políticas sociales bajo Sarney, ver AureJiano, L. & Draibe, S. (s/d). Tradicionalmente, la primera dama era presidenta de la LBA. 2.2.0

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