Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

CARLOS HUNEEUS aún regía ,da ley maldita» de 1948 que proscribió al Partido Comunista (Pe), privó a sus militantes de sus derechos electorales, y persiguió a numerosos dirigentes y activistas relegándolos a distintos puntos del país. Sin embargo, para él y muchos que trabajaban en la CEPAL y en la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, el sistema político proporcionaba bienes políticos que permitían avanzar hacia el desarrollo y el perfeccionamiento de la democracia. La reforma electoral de 1958, que derogó la ,dey maldita') e introdujo la cédula única, fue un golpe decisivo contra el control electoral en el campo mediante el cohecho y demostró que era posible avanzar en la superación de las limitaciones del sistema político. La búsqueda de respuesta a los problemas regionales y nacionales de acuerdo con las necesidades de nuestros países, y al ritmo de sus pueblos y no de las élites es una tarea de gran actualidad. Es una convocatoria a retomar una labor que no se puede hacer solos en cada país debido a su complejidad y a la interrelación entre los Estados, que hace que las decisiones de uno puedan afectar a los demás. Brasileños y chilenos tenemos amplio espacio para ayudarnos, especialmente en un mundo monopolar, que plantea con más fuerza que entonces la necesidad de privilegiar los intereses regionales y nacionales. No es indiferente que las ideas para avanzar hacia el desarrollo y la equidad sean elaboradas en el centro o acá. No hay que ser inge– nuos. No es casual que la CEPALsiga teniendo su sede en la periferia. Latinobarómetro se creó en el Cono Sur y seguirá haciéndose desde acá, porque es un instrumento para los latinoamericanos, que proporciona información de acuerdo con nuestras necesidades, para apoyar la acción de los decisores públicos y privados de nuestros países. Nuestro trabajo analiza los factores que pueden explicar el éxito de la democra– tización en Chile mediante la aplicación de la tesis de la democracia consociacional o consociativa, en el término sugerido por Alberto van Klaveren (1984), debido a que el término «consociacional}, es un trabalenguas. Mi mirada a esta teoría se hace especialmente a partir de la perspectiva de Gerhard Lehmbruch (1967, 1997), es decir, como estrategia de regulación de conflicto en una sociedad dividida por los conflictos políticos, de construcción de un orden institucional complejo y diferen– ciado, con normas formales e informales. Se apoya en Arend Lijphart (1968, 2000) para analizar el rol de las élites en la consolidación de la democracia, en el contexto más amplio de un orden institucional bastante más vasto y diverso que sus compo– nentes legales o constitucionales. Soy contrario a explicar los éxitos de las transiciones por los acuerdos de élites, como han hecho algunos autores respecto del caso de España, porque es una expli– cación reduccionista. Nuestro análisis del sistema político chileno es institucional, y considera los distintos recursos que tienen las instituciones, que no se encuentran al examinar el texto de la Constitución, como lo han hecho algunos autores estado– unidenses en el último tiempo. Este análisis del orden institucional sigue a Lepsius (1978) en el sentido de que considera la diversidad del sistema politico, constituido por su sistema de partidos, los grupos de interés, las relaciones empresarios-traba– jadores y el poder federal o provincial, todo lo cual influye en la cultura cívica y esta, a su vez, en las instituciones.

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