Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

REFLEXIONES SOBRE LA DEMOCRATIZACIÓN POLíTICA CHILENA De modo que un nuevo proyecto político de la Concertación debiera cumplir con tres requisitos fundamentales. El primero surge del hecho de que la Concertación tuvo un proyecto que no fue pura elaboración de la clase político-partidaria, sino producto del encuentro con un clima cultural y social en que participaron amplios y diversos sectores intelectuales, organizaciones sociales, etc. Si la Concertación no incorpora a estos sectores en su proceso de elaboración de proyecto y genera los espacios y estructuras para ello, todo lo que se proponga no pasará de ser un hones– to esfuerzo de dirigentes por resolver sus conflictos de poder, pero carecerá de la sustancia de un proyecto histórico en que el país se reconozca. Esto supone también la renovación de su estilo de liderazgo, lo que puede expresarse en su candidata presidencial en 2005. El segundo es que tal proyecto debe tener como eje la reforma política, es decir, darle al país en los próximos años la institucionalidad en todos los planos que le permita enfrentar los problemas que el mismo país vaya definiendo. El tercero es su inclinación hacia una versión más social-demócrata o social-pro– gresista del modelo socioeconómico, incrementando la dimensión latinoamericana de su inserción en la globalización. CONCLUSIÓN: LAS ELECCIONES DE DICIEMBRE 2005 Y ¿EL FIN DE LA ÉPOCA POST-PINOCHETlSTA? ESTAMOS EN LAS PUERTAS DE UN CAMBIO SIGNIFICATIVO en la política chilena, en la medida en que se abren posibilidades para el desarroJlo del país como comunidad socio-histórica y política. Uno de los hechos más importantes tiene que ver con la ruptura del conjunto del país y sus instituciones, y ya no solo de un sector mayoritario, con la herencia de la dictadura militar. El escándalo provocado por las cuentas de Pinochet, que mues– tran el nivel de corrupción existente en su régimen, agregado a fallos contra él y sus colaboradores en la represión, la asunción de responsabilidades sobre todo por parte del Ejército, respecto de los crímenes y violaciones de los derechos humanos y su distanciamiento moral de la época y del gobierno militar y, principalmente, el Informe Valech, que terminó dándole la razón a todas las reivindicaciones y acusa– ciones contra lo ocurrido en dicho régimen, al continuar y ampliar los Informes Rettig y de la Mesa de Diálogo, crean un clima de ruptura con una época y régimen infames. Es cierto que todavía falta, como horizonte ético irreemplazable, la justicia en todos los casos de violaciones de los derechos humanos, y por ello es bueno que se presenten ininterrumpidamente querellas y no entramparse en doctrinas e interpre– taciones sobre amnistía u otras materias que acerquen a la impunidad. Junto con ello, lo que falta para que el país sea una auténtica comunidad políti– ca, para que todos se reconozcan y reconozcan al otro como pertenecientes a ella es, como hemos dicho, la condena oficial por parte de todas las instituciones y actores, entre ellos obviamente el poder judicial, a la época y régimen militar, tal como lo hicieron alemanes y españoles con sus experiencias de dictaduras. Solo en ese momento podrá hablarse de reconciliación. Ello debiera llevar a que nadie que haya estado vinculado a violaciones de derechos humanos, ya sea por sus funcio-

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