Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas
MANUEL ANTONIO GARRETóN y malos, hay que reconocer la existencia en esta coalición de tres grandes visiones, sensibilidades, y formas de acción que cruzan todos sus partidos, sin que ello signi– fique necesariamente una dimensión organizacionaJ y aunque al interior de ella haya grupos o posiciones más o menos estatistas o liberales, conservadoras o innovadoras o líneas políticas diferentes que tienen como común denominador solo una sensibilidad básica. No se trata así de las divisiones partidarias naturales en una coalición, sino de tendencias transversales a los partidos que dificultan la redefinición de un proyecto político que se haga cargo del país, más allá de las tareas de democratización política pendiente. Así, en la coalición de gobierno hay una visión de derecha que se distingue de la derecha política opositora tanto en su apoyo a los gobiernos de la Concertación, lo que es obvio, como en su juicio respecto del régimen militar y el pinochetismo. Es decir, se trata de sectores claramente democráticos pero que comparten, con leves modificaciones, la visión de derecha en materia de modelo socioeconómico en tér– minos de reducción del papel del Estado, primacía del crecimiento sobre la igual– dad, privatizaciones, reducciones tributarias; son partidarios de dar vuelta la hoja en materia de derechos humanos; establecen vinculaciones con los poderes econó– micos y mediáticos en su acción política y muchos de ellos buscan constituir nuevos referentes políticos que vayan más allá de la actual división derecha-Concertación. Este sector tiene presencia e influencia importante en altas esferas del gobierno, especialmente en el campo comunicacional. Pero opera también como elemento orientador para aquel sector estrictamente pragmático de la Concertación y el go– bierno, menos interesados en cuestiones de contenido ideológico que en la pura administración del poder y la superación de problemas y conflictos inmediatos. Y también opera en la inhibición del sector progresista (presente al igual que las otras dos tendencias en todos los partidos de la Concertación) para formular un proyecto propio claramente alternativo a las visiones de derecha. La segunda visión es la pragmática, que se caracteriza por dar prioridad al ma– nejo del poder político, la solución puntual de problemas y conflictos, los arreglos y negociaciones coyunturales sin una visión de largo plazo, lo que lleva necesaria– mente a políticas a veces contradictorias o incoherentes, y a la elaboración de pro– puestas y proyectos de acuerdo con la correlación de fuerzas y con lo que reflejan las encuestas. La tercera visión es la propiamente progresista o, si se quiere, de izquierda, también presente en todos los partidos. Ella se caracteriza por buscar devolver al Estado su rol dirigente y a la política su carácter central; por una opción preferen– cial por Jos sectores populares y más débiles y una orientación hada una corrección profunda del modelo de desarrollo, que garantice el crecimiento con igualdad; por la búsqueda de verdad, justicia y reparación en todos los casos de violaciones de los derechos humanos, el incremento de la participación ciudadana y el fortalecimien– to de los actores sociales y una mayor identificación con América Latina en la estrategia de inserción en el mundo globalizado. El problema principal de esta vi– sión ha sido la dificultad de vincular estas metas con propuestas de políticas públi– cas diferentes en muchos de esos campos, por lo cual queda como una reserva crítica, planteando temas de debate más que proyectos alternativos.
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