Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas
REFLEXIONES SOBRE LA DEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA CHILENA de la ciudadanía, le agrega una dimensión comunitaria a la dimensión individualis– ta liberal ya mencionada. Pero queda sin considerar la dimensión de pertenencia a la comunidad política llamada país, precisamente por esta percepción relativamen– te depreciada del Estado y la política a que nos hemos referido. Ni la sociedad civil ni la ciudadanía existen en sí mismas, sino siempre en rela– ción con el Estado y la política. Y ello es especialmente cierto en sociedades o países como los latinoamericanos, donde la sociedad, la nación como dimensión simbóli– ca, es una creación del Estado y por lo tanto de la política, que es la relación entre Estado y la gente y que ha sido, con diversas expresiones en cada país, el verdadero cemento de la sociedad. Y en Chile, al menos desde los años 20 del siglo pasado la política fue política partidaria. Lo que quiere decir que en nuestro país no hubo sociedad civil separada de los partidos políticos, sino que ella se construyó a través de estos y viceversa, como imbricación entre liderazgo partidario y organización social en relación permanente con el Estado como principal referente de la acción colectiva. De aquí provinieron todas las identidades sociales. Es solo con la dicta– dura militar y la represión que desencadenó contra toda la vida y la organización política y con las transformaciones estructurales que desarticularon las formas clá– sicas de acción colectiva y su relación con la política y le quitaron al Estado su rol dirigente y protector, que esta columna vertebral partido-sociedad civil se quebró, recuperándose solo parcialmente con los procesos de democratización y solo para los aspectos estrictamente políticos. Tanto los movimientos sociales, los clásicos y los nuevos, como la clase política quedaron referidos solo a sí mismos. De modo que la tarea básica no terminada es la reconstrucción de la comunidad política, de la polis, de un país, lo que significa reforzar los tres componentes, Estado, partidos y sistema de representación, y actores sociales autónomos, lo que supone crear una institucionalidad que permita la interacción entre ellos y rompa su aislamiento y su autoreferencia. Quiérase o no, ello pone a la reforma política como prioridad central. La construcción de una auténtica ciudadanía y sociedad civil pasa hoy necesariamente por la política, es decir, por la construcción de un país, de un proyecto nacional. En este sentido, el proyecto de ley de participación ciudadana presentado por el gobierno en e! último año, si bien avanza en la posibi– lidad de un fortalecimiento de las organizaciones ciudadanas nada nos dice de su inserción en la participación, en la toma de decisiones del Estado, como lo hace la ley de participación popular boliviana, por ejemplo. Se trata, entonces, de reforzar y dar voz a la sociedad civil, sí, pero en el entendido de que ello depende tanto de un pape! dirigente del Estado como del fortalecimiento de los partidos políticos. DERECHOS HUMANOS Y RECONCILIACIÓN NACIONAL LA CUESTIÓN DE I.A RECONCILIACIÓN NACIONAL se refiere a la reconstrucción de la unidad elemental y básica de una sociedad, cuyos desgarros la convirtieron en una suma de enemigos o de individuos y grupos que no se reconocen efectivamente como parte de un mismo país. No es posible reconstruir esta unidad mínima, cues– tión no del pasado sino del futuro, sin el término de la impunidad y de la ley del más fuerte, sea este individuo o poder fáctico. Por eso, la cuestión de la justicia, castigo 179
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