Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas
REFLEXIONES SOBRE LA DEMOCRATIZACIÓN POLíTICA CHILENA impusiera como fenómeno central de fines del siglo. En materia económica, más de un 50% del PGB está vinculado al sector externo. En 1998, las exportaciones de bienes y servicios significaban 25,8% del PIB y las importaciones 29,7%. La discusión, entonces, no es globalizarse o no, 10 que ya está ocurriendo inde– pendientemente de las voluntades, sino cómo controlar y orientar este proceso de modo que se limiten sus costos y el país lo aproveche como una oportunidad para su desarrollo, no solo económico sino social y cultural. A su vez, el reconocimiento de la realidad ineludible de la globalización ha lleva– do a dos grandes visiones en esta materia. Por un lado, quienes piensan que Chile puede encarar este desafío solo, para lo cual, dada la realidad de su economía ya globalizada en gran parte, debe buscar negociaciones convenientes con quienes sea y por su propia cuenta. Ello estuvo en la base de las acciones encaminadas a los tratados de libre comercio con los Estados Unidos, con países asiáticos y con otros países de América Latina y al acuerdo económico con la Unión Europea. Por otra parte, algunos piensan que esta tarea no puede realizarse aisladamente y que hay que privilegiar la inserción en un bloque regional latinoamericano, para desde ahí asumir en conjunto las tareas de globalización. Ello está en el origen de las posicio– nes que privilegian las negociaciones con el Mercosur. A favor de la primera posi– ción y contra la segunda juega también un papel la cuestión arancelaria, en la que el sistema chileno aparece como incompatible con el de los países que tienen aran– celes muy altos, entre otras razones porque dependen mucho más de su mercado interno que la economía chilena. En favor de la segunda juega también un argu– mento económico y es que si hay países que son potenciales consumidores chilenos de mayor valor agregado, no es Estados Unidos, sino precisamente los del Mercosur. Pero toda esta discusión ha tenido como efecto negativo olvidar la dimensión polí– tico-cultural, que hace que el destino de Chile esté indisolublemente ligado a su inserción en el mundo globalizado a partir del bloque latinoamericano. En síntesis ¿qué pensar del futuro del modelo socioeconómico chileno? Recordemos, primero, que hasta el momento de la llegada de los gobiernos de– mocráticos Chile siguió el modelo llamado del Consenso de Washington, que fue un completo fracaso. Segundo, que las correcciones fundamentales introducidas por los gobiernos de la Concertación no revelan mayor capacidad técnica ni menos del sector empresarial dirigente, sino precisamente capacidad política. Es decir, el gran mérito de Chile en el contexto latinoamericano y de la globalización es su democratización política a través de gobiernos mayoritarios en 10 social y lo políti– co. La única «ejemplaridad» del caso chileno es la Concertación. Tercero, precisa– mente para que Chile lo siga haciendo bien, es necesario no solo mantener gobier– nos de la Concertación sino que estos se alejen cada vez más del modelo neoliberal, es decir, que sean más socialdemócratas o estatistas y menos libre-mercadistas. En este sentido, aclaremos que terminar con el neoliberalismo y superarlo no significa terminar con el actual modelo de desarrollo imperante en el mundo, que ha reemplazado al clásico modelo hacia adentro, sino superar la forma como este se ha realizado. No hay por el momento modelo económico que sustituya al actual, pero sí hay alternativas al neoliberalismo, lo que significa que ambas dimensiones no están esencialmente identificadas. Tal como la sociedad o el modelo de desarro– llo industriales no se identificaron con el capitalismo, tampoco el nuevo modelo de 175
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