Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas
WANDERLEY GUILHERME DOS SANTOS dictatorial en Brasil, Chile promovió la modernización económica, impulsó el cre– cimiento, diversificó la economía y emprendió una amplia tarea de modernización general. Al respecto, me limitaré a exponer este punto de vista, puesto que ahí terminan las semejanzas; en efecto, contrariamente a lo ocurrido en Chile, en que el Gobierno militar propuso una política de privatización, con menos poder del Estado, del siste– ma estatal de producción, de regulación, en Brasil fue un período de expansión, de creación de empresas estatales y de proliferación de consejos de regulación. Lo mis– mo puede decirse del área política. Porque mientra que Pinochet cerró el Congreso y liquidó los partidos, en una dictadura latinoamericana clásica, Brasil inventó, innovó y creó una dictadura por rotación. Nosotros no tuvimos un dictador a lo largo de los veintiún años de dictadura, sino dictadores que cumplieron los mandatos presiden– ciales o dictatoriales y que cada cuatro años eran sustituidos por otro dictador. En segundo lugar, se mantuvieron las elecciones cada cuatro años para el Con– greso y las Asambleas Legislativas. Por lo tanto, en vez de un cierre total de las instituciones políticas, lo que hubo fue un semi-cierre, con constante competencia forzada. Tras varias oleadas de persecuciones, de represión, de muerte, asesinato y otros crímenes, se perseguía a políticos y particulares. Pero las instituciones parla– mentarias seguían funcionando regularmente, obligando a los dos partidos permi– tidos por la dictadura a competir por los votos y por el apoyo, para expandir su organización a nivel nacional, de tal manera que las dos regiones que no pertene– cían al Brasil político, sino al Brasil territorial y jurídico, esto es el norte y el centro– este, fueron integrados precisamente durante el período dictatorial, no solo desde el punto de vista económico sino también a la vida política de los partidos. Empeza– ron a crear directorios en los distintos municipios, de manera que al terminar la dictadura teníamos simultáneamente un país con instituciones económicas moder– nas, un Congreso, una sociedad electoral que no podían compararse con la de nin– gún país latinoamericano ni europeo, salvo la Unión Soviética, que no vale para términos de comparación. Había alrededor de 90 millones de electores inscritos y participantes y partidos organizados en todo el territorio nacional. Y fueron estos partidos surgidos inicial– mente con timidez, en 1982, los que en 1986 convocaron y votaron libremente una Asamblea Nacional Constituyente. Contrariamente a 10 ocurrido en Chile, donde la Constitución fue propuesta, votada y discutida bajo el régimen de Pinochet, en Brasil, con la Asamblea Nacio– nal Constituyente de 1986 y la Constitución promulgada en 1988, se produjo una completa ruptura de las instituciones dictatoriales y el sistema político brasileño contemporáneo. En Chile el problema institucional subsiste hasta hoy. Perdónenme si estoy atrasado en esta información, pero con los senadores vita– licios aún formando parte de la Cámara Alta, y particularmente con la autonomía de la Fuerzas Armadas en relación con el poder civil, esta es una cuestión que los cientistas políticos y los chilenos, en general, saben que debe superarse. No es fácil, pero es el resultado de la Constitución propuesta y votada por Pinochet. En cuanto a la situación actual, lo que encontramos en Brasil, que a mi juicio es uno de los principales problemas y dejo la idea en el aire para mis colegas chilenos, es que a pesar de todo el proceso de modernización económica, de avance económi-
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