Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

W ANDERLEY GUILHERME DOS SANTOS carácter censal, en el sentido de que debía demostrarse que se poseían recursos financieros para participar en la vida política electoral, sea como electores o como candidatos. De modo que, para parafrasear a Kart Polany, esta gran transforma– ción no fue de ninguna manera rápida ni indolora. Se trata de una gran transforma– ción política de los sistemas representativos oligárquicos en sistemas representati– vos democráticos y no simplemente de los sistemas oligárquicos en sistemas demo– cráticos. Sudamérica también atravesó por un largo período, hasta que en el siglo xx maduraron las condiciones que hacen que los países civilizados contemporáneos sean democracias electorales, como suelen llamarse. A diferencia de la historia eu– ropea, mejor dicho, anglosajona y nórdica, este período estuvo marcado por gran– des crisis. Porque tanto en Alemania como en Italia y Francia la transición de los sistemas oligárquicos a sistemas democráticos representativos tuvo grandes tropie– zos y grandes intervalos dictatoriales. En América Latina todavía sobresale el número de interrupciones dictatoriales al nacimiento de la democracia representativa que experimentaron no pocos paí– ses. Esto, por mencionar algunos, por todos conocidos, cuya historia política está marcada por el infortunio desde este punto de vista. Por ejemplo, en Bolivia hubo una serie de intervenciones militares y dictaduras «increíbles», en otros como Ecua– dor, se registran cerca de once golpes militares y civiles apoyados por militares que tuvieron gran éxito. Otro ejemplo de período turbulento es el de Argentina, donde se produjeron al menos nueve golpes de Estado. En la región se destacan Chile y Uruguay como países que pagaron un precio menor en este proceso de transformación de las oligarquías en democracias repre– sentativas. En el primero hubo dos intervenciones militares, una breve, en los años 20 y otra más prolongada en 1973; en el segundo también se produjeron dos inter– venciones, una pequeña y otra grande, también en los años 70. Tal vez para sorpresa de los brasileños aquí presentes y también de los no brasi– leños, Brasil forma parte del pequeño grupo de países en que, contrariamente a lo que señala la mitología intelectual, no hubo un elevado número de intervenciones. En efecto, fue una república oligárquica representativa, como todas las demás de América del Sur, Europa y el mundo nórdico durante las tres primeras décadas del siglo xx. Como es propio de los sistemas oligárquicos, convivió con la violencia interna, con la corrupción electoral; pero el proceso no tuvo interrupciones. La corrupción era similar a la que hubo en las elecciones del siglo XIX en Inglate– rra, que llevó a Stuart MilI a decir que, durante el período de voto censitario, para ser candidato había que ser rico. Eso en la década del 60 del siglo XIX. Asimismo, en los años 30 del siglo XX y un poco más adelante en Estados Unidos era común comprar el mandato de Senador y para ello había un lugar concreto, Tamany Hall, que era la bolsa de compraventa de senaturías. Pero no hay duda alguna de que en Inglaterra el proceso de purificación del mandato político fue mucho más rápido. Me resisto a llamar golpe de Estado a la revolución de los años 30 en Brasil porque durante ella se ampliaron los derechos políticos. Toda la vida nacional bra– sileña de esa época se vivió en ejercicio de todos los derechos civiles y políticos y la elección de Asamblea Constituyente, el año 1934 funcionó libremente. En 1937 tuvimos el primer golpe de Estado del siglo XX y en 1964 el segundo.

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