Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

ÁMBITO CULTURAL va, que podía analizarse interdisciplinariamente. Las utopías eran un punto de par– tida y no de llegada y ello explicaba la necesidad de corregirlas constantemente. Se dijo que la muerte y la resurrección eran un elemento constante de lo que tradicionalmente se acostumbraba llamar cultura brasileña. En opinión de un par– ticipante, la historia podía verse como una vivencia del tiempo. Los historiadores solían decir que las sociedades difieren entre sí por la conciencia del tiempo, pero distinta del tiempo histórico y relacionada también con un concepto de persona. Para los antropólogos, lo llamado arcaico era una visión determinada de la persona y arcaicos eran todos los contextos culturales que llegaron al siglo xx y entraron al siglo XXI y deberían vivir con la modernidad, esto es, con nuestra era que es la de la ciencia y la tecnología. Los brotes de modernización llegados a Brasil no habían logrado transformar algo esencial de las llamadas culturas negras, que era precisa– mente la visión arcaica de persona. En Brasil, el hecho de que lo arcaico esté vivo se observaba en la idea de persona. Cuando triunfaba la modernidad los sentidos de cultura se dormían, pero se mantenían vivos donde sobrevivía lo arcaico. Solo ha– bía cultura cuando había proyecto, es decir cuando existía utopía. Al no haber utopía, la cultura dejaba de ser proceso y se convertía en mercancía. Explicando lo que quiso decir cuando se mostró renuente a aplicar la palabra identidad cuando se trata de países, un participante dijo que en sociedades abiertas y complejas, como lo eran actualmente todos los países, no había identidades sino flujos identitarios múltiples y no necesariamente coincidentes, que incluso solían encontrarse en pugna. Al parecer, lo que quedaba en común en esta clase de socie– dades en que se daban variadas diversidades era el derecho. Cuando la utopía se tomaba como punto de llegada y no de partida, se desdramatizaba la cuestión de sus agentes y había que pensar en los individuos y en los grupos de individuos. El mismo participante dijo que a nivel planetario, su utopía era la gobernabilidad mundial, esto es, que el monopolio del uso de la fuerza radique en algún tipo de organismo supranacional. Los agentes que podían impulsar hacia esta clase de gobernabilidad eran los Estados, pero ellos eran cada vez más débiles a nivel de la gobernabilidad, por lo cual cabía preguntarse si eran los agentes más idóneos para lograrlo. Para otro participante, la cultura era una cosmovisión y a su juicio había dos tipos de cosmovisiones, una antropocéntrica, que colocaba al hombre en su centro, y la otra ecocéntrica, en la que el hombre era parte de un sistema y tenía una visión más humilde de su propia humanidad. Las culturas ecocéntricas estaban presentes en América Latina, pero se trataba de culturas que estaban casi en la clandestini– dad. La cultura también provenía de la interpretación de la naturaleza y actual– mente la cultura estaba muy urbanizada y la naturaleza había quedado muy atrás. La utopía de la naturaleza era el equilibrio perfecto, en que nada se pierde, y desde el punto de vista ecológico, el ecosistema más perfecto era la selva tropical prima– ria, porque en ella había un intercambio perfecto entre los ciclos del agua, de la energía, de los elementos. Terminó expresando que en la naturaleza el concepto de identidad y de diversidad confluían constantemente y lo que nos faltaba era com– prender la capacidad de identidad específica que, en su opinión, se relacionaba más con un esquema de cosmovisión que con una visión antropocéntrica.

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