Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

AGUSTíN SQUELLA piada para expresar nuestro desarrollo cultural más reciente y las bases institucionales que se han puesto para ese mismo desarrollo con vistas al próximo Bicentenario. He dejado deliberadamente para el final lo relativo a la integración cultural de América Latina, una expresión que, con un cierto sentido del realismo y una ade– cuada percepción de la diversidad cultural del continente, yo sustituiría por conoci– miento y diálogo cultural, simplemente porque, junto con hallarnos con déficits evidentes en materia de simple conocimiento y diálogo culturales, la palabra <<Ínte– gración>' acusa un cierto voluntarismo y la idea de que lo que hoy tenemos es algo desintegrado en partes que algún día tendrían que constituir un todo. ¿ Y qué todo puede ser ese? La identidad latinoamericana -podría decir alguien- aunque en esto prefiero manifestarme de acuerdo con el escritor Carlos Fuentes, que llama a estar preocupados no tanto de la identidad que tendríamos, sino de una diversidad por descubrir. Detengámonos un instante en las palabras «globalización», «identidad" y «di– versidad». De partida, me parece que el primero de esos términos tira hoy de los otros dos, con lo cual quiero decir que mientras más se habla de globalización, más se habla también de identidad y diversidad, seguramente porque en la primera se ve una amenaza para las otras dos. No quiero sugerir que «identidad» y «diversidad» sean términos que dependan de «globalización», sino que el proceso de globalización ha traído consigo una mayor preocupación por los fenómenos a que aludimos con aquellas dos palabras. Una constatación curiosa, en cualquier caso, puesto que, como dije, se suele ver en la globalización una suerte de amenaza para la identidad y la diversidad, aunque quizás sea precisamente esa amenaza, real o imaginada, lo que explica que los objetivos presumiblemente amenazados -identidad y diversidad- cobren mayor vi– sibilidad y capten también una mayor atención de sociólogos, antropólogos, políti– cos y organismos internacionales. «Globalización» es una palabra nueva, de poco calado, pero en la que se con– centra cada día una mayor atención del discurso público de políticos, economistas, empresarios, periodistas, educadores e intelectuales. Es también una palabra que despierta reacciones emocionales más o menos fuertes, según se apruebe o rechace el fenómeno en curso al que con ella se alude. En todo caso, y siguiendo un plantea– miento del sociólogo Jorge Larraín, no se trata de preguntar si la globaJización traerá efectos positivos o negativos, sino de cómo van a distribuirse uno y otro tipo de efectos entre los continentes, los países y las personas, puesto que la globalización está produciendo, quiérase o no, ambas clases de efectos. Quiero establecer ahora la especificidad que a mi juicio tendría la globalización respecto de otros dos procesos -los de mundialización e internacionalización- con los que suele confundírse]a. Llamo «mundialización» a un proceso que tiene que ver con]a acción de descu– brir y ocupar el mundo, la tierra en que vivimos, y tiene él un sentido territorial, geográfico, aunque sus consecuencias políticas y comerciales fueron muy impor– tantes. Se trata de un proceso que fue completándose gradualmente y cuyo momen– to estelar se produjo con los grandes viajes y descubrimientos del siglo xv. Se trata, en fin, de un proceso que descubre y a la par coloca las fronteras entre todas las

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