Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas
NUESTRA DIVERSIDAD POR DESCUBRIR • Agustín Squella PERMfTANME DECIRLES QUE, COMO EN MUCHOS otros casos, mi vínculo personal con Brasil, siendo apenas un niño, se formó gracias al fútbol, que en ese país se juega no solo bien, sino elegantemente, y que se reforzó más tarde no exactamente por intermediación de la cultura, sino de la filosofía del derecho, la disciplina y asignatura que cultivo y enseño en la Universidad de Valparaíso. Una disciplina que en Brasil tiene una larga y fecunda tradición, encarnada hoy en ese nonagenario ejemplar que es Miguel Reale, autor de la así llamada «Teoría tridimensional del derecho» -título también de uno de sus libros más conocidos e influyentes-, según la cual el fenómeno jurídico solo puede ser debidamente comprendido en términos de una interacción dinámica entre normas, hechos y valores. No es el caso explicar aquí de qué va la filosofía del derecho, algo que tampoco es fácil de establecer, puesto que ella acusa la misma relativa inseguridad que reco– noce el tronco del cual nació: la filosofía. Como se sabe, la filosofía, y con ella también, a escala, esa filosofía regional que es la del derecho, vive en permanente reflexión acerca de sí misma, de su objeto, de las preguntas para cuya respuesta una y otra se han constituido como disciplinas, es decir, como sistemas de conocimien– tos o, acaso, como simples oficios o actividades humanas. Con todo, fue un filósofo del derecho del siglo xx -Gustav Radbruch- quien dio posiblemente la más fina, breve y comprensiva definición de cultura, que es la ma– teria que hoy nos interesa en e! presente seminario. Radbruch dijo que cultura es todo lo que el hombre ha sido capaz de colocar entre el polvo y las estrellas. Despo– jada del lirismo de la definición de Radbruch, la de nuestro filósofo Jorge Millas no está tampoco nada de mal: cultura es todo lo que resulta de la acción conformadora y finalista de! hombre. Todo -añadimos ahora por nuestra parte- desde las comidas que el hombre prepara hasta las ciudades que diseña y construye. Desde los cacha– rros de greda que un artesano rural cuece en su horno de barro y que luego pinta con esmero, hasta las catedrales que levanta para adorar a sus dioses. Desde la invención de la bicicleta a Internet. Desde los primeros sonidos que el hombre fue capaz de hacer para comunicarse con sus semejantes hasta los múltiples y comple– jos lenguajes que emplea hoy con esa misma finalidad. Desde las prácticas de corte– sía que observa con sus vecinos hasta las más exigentes regulaciones del derecho y la moral con las que procura alcanzar finalidades sociales y personales más altas que la simple urbanidad. De este modo, cultura es todo lo producido por el hombre y comprende una multiplicidad y diversidad impresionantes de objetos, desde el lenguaje hasta el derecho, desde la economía a la moral, desde las religiones a los regímenes políticos, y toda esa infinidad de bienes de uso de que nos valemos para
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