Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

jOEL RUFINO DOS SANTOS repulsión entre producto y proyecto~ porque los objetos materiales están destina– dos a la compra y venta y a los procesos con que fueron elaborados entre la histo– ria, en cuanto a la forma de dominación, y la cultura, en cuanto al puente entre fundamento (cultus) y destino (culturus). En los últimos años acostumbramos usar la expresión «patrimonio inmateria]" para distinguir el proceso del producto cultu– ral (la fiesta de largo es diferente de la iglesia como construcción material~ por ejemplo), pero aquí se insinúa una fisura que oculta la interacción de la que habla– mos. Proceso y producto se atraen y se repelen, precipitando un deseo sobrante que surge en el ámbito de la historia como singularidades exigentes (contraepisodios inasimilables para el cuerpo solemne y pedagógico que, en Latinoamérica llama– mos de Historia Nacional) o por referencia a la ficción de García Márquez, como complejo de Bendición Alvarado. El patrimonio cultural de la sociedad brasileña es un encantamiento/seducción arcaico comprobado por viajeros extranjeros desde al menos el siglo XIX -un Char– les Darwin, una María Graham, un Spix & von Martius, un Agassiz, un Debret-. Aunque típica, esta «energía» que emana del pueblo no es solamente de Brasil, como nos gustaría pensar, está en todas partes, constituye el objeto específico de la etnografía. Encanto/seducción arcaico es otro nombre que se da al excedente de satisfacción. En Brasil, hasta el Papa del modernismo, Mario de Andrade, seducido por la velocidad urbana, anduvo persiguiendo el deseo sobrante como «aprendiz turista». Murió de melancolía, enfermedad endémica de los intelectuales iberoame– ricanos, al percibir que las Bendiciones de Alvarado estaban condenadas por la radio; muerto en 1945, no alcanzó a conocer la cultura de la publicidad, el Gran Exterminador que borra o formula un modelo moderno de calidad (dicho en Brasil «modelo globo de calidad,»), el deseo sobrante, anulando así su carácter libertario. Identidad como segundo nombre del acto de devorar fue la idea motriz del mo– vimiento antropofágico, que en los años 30 del siglo pasado permitió fundar la literatura nacional brasileña. "Nunca admitimos el nacimiento de la lógica entre nosotros», anunciaba, instituyendo orgullosamente los festines caníbales del siglo XVI en actos de fundación del pueblo brasileño. El eco distante de esos discursos lo encontramos en Montainge, en su enaltecimiento de la superioridad de lo salvaje: él devoraba solo «extranjeros»; esa era su forma de reconocerlos como Otro. Entre– tanto, nuestro libro más inteligente de la línea devoradora como acto inicial es Macunaíma, el héroe sin ningún carácter (1928), en el que Mario recrea como rapsodia de mitos indígenas y mestizos tomados por el etnólogo alemán Theodor Kock Grumberg, juntando leyendas tradicionales, relatos y cuentos folclóricos. En las orillas del río Uraricoera, la india «tapanhumas» -siempre la india como génesis de los pueblos latinoamericanos- pare un niño negro, hijo del miedo de la noche. Es MacunaÍma. Mario pretendía demostrar que nuestra capacidad más universal es la de la me– tamorfosis (asimismo veía nuestra música como suite, no como contúluum). Brasi– leño es, por definición, el que sufre metamorfosis, el devorar es la marca de nuestra superioridad como pueblo. Sin querer, MacunaÍma representaba a Getúlio Vargas, estadista que bajo distintos disfraces --en él eran naturalezas sinceras- durante quince años ininterrumpidos y cuatro más, imperó en Brasil. Aquí tenemos un caso raro de conversión de la energía cultural en política a la que me referí y no solo a través de

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