Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

EL PRINCIPAL PROBLEMA DE CULTURA EN BRASIL dinero; el lugar de la cultura, donde se forma el sentido, es el no-dinero, lo que identifica como ideológicas, desde luego, expresiones como «economía de la cultu– ra», "inversión cultural» etc., de uso frecuente entre las autoridades culturales de nuestros países. No pasan de ser expresiones del pensamiento único. La cultura estará mejor representada, en la era imaginal que estamos viviendo, como una sustancia plástica de la cual están hechos los objetos y los intervalos entre los objetos. Un queso es cultura, y los orificios del queso también lo son. Las distintas calidades de quesos que se encuentran en el mercado son un producto cultural, ahora el trabajo de los gusanos -«explotados» por los seres humanos- que elaboraron el queso es un proceso cultural. Los dos son cultura. Los procesos, antes de materializarse en productos, los vacíos, los recuerdos y los olvidos constituyen un área de cultura. Viéndola de esta manera, cultura es una anterioridad, una centralidad y, por supuesto, también una radicalidad, una vez que no se subordina a la política. Así no se pensaba hace treinta años. EL DESEO SOBRANTE No ES SOLO UN SIGNIFICADO QUE SE CIRCUNSCRIBE al extenso ámbito de la cultu– ra. Cultura es el nombre del deseo sobrante que se acumula, como algo que queda a lo largo de la historia de nuestras sociedades 3 • La columna vertebral de la cultura es ese deseo sobrante, complemento de la satisfacción. El valor heurístico del arte y la literatura iberoamericanos proviene justamente de la expresión de ese deseo: aquello que la cruel interacción económico-social no permite que se realice y que clasifica como secundario, cuando es fundamental: los sueños vagos de felicidad, el balbuceo del éxtasis, las frustraciones dolorosas y prolongadas de los que nada tienen y, entretanto, crean sin parar riqueza material y belleza. No es de casualidad, 10 maravilloso siempre acompañó a 10 histórico, que lo digan Carpentier, Rulfo, Cortázar, Murilo Rubiao y tantos otros. Estamos, pues, frente a una forma de interacción que se presiente, pero que no se define con anterioridad: la interacción cultural. Lo que hoy se denomina cultura no pasa de ser un efecto, una forma de interacción, en ciertas circunstancias pode– rosas, que la interacción económica-social, definida hace un siglo y equivalente a la interacción gravitacional de la física. Si soltamos ahora este libro, seguramente caerá en dirección al centro de la Tierra, pero mientras no se "descubrieran» las interacciones electromagnéticas, nuclear fuerte o nuclear débil, ninguno de los tecno– objetos se habrían inventado. La interacción cultural consiste en la atracción y Deseo tiene en el idioma portugués un sentido casi solamente sexual, de concupiscencia. Freud usaba el término WUllsch (wish en inglés) que quiere decir principalmente una aspira– ción, un voto hecho. Fue Lacan, como ya se sabe, quien buscó ajustar y traer esta noción al primer plano de la teoría analítica, haciendo la distinción entre la necesidad y la exigencia. El deseo nace, de esta manera, del alejamiento entre la necesidad y la exigencia, siendo firme a la primera por no ser, fundamentalmente, una relación con el objeto real, independiente del individuo, sino con el fantasma (fantasía) y a la segunda en la medida en que busca imponer– se sin considerar el idioma ni el inconsciente del otro, exigiendo ser reconocido en absoluto por él. En este sentido fue el complemento de la satisfacción. 133

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