Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

EL PRINCIPAL PROBLEMA DE CULTURA EN BRASIL Ministerio de Cultura disminuyó». Aquí confundimos cultura con instituciones culturales, la mala administración de las instituciones culturales no es falta de cul– tura, pero sí su liberación. Y esta frase: «Necesitamos llevar la cultura al interior del país». Aquí afirmamos la antigua y célebre noción de cultura como ilustración del espíritu; ocurre por lo menos hace dos generaciones que estas acepciones poco o nada representan. Un conservador inflexible, establecido indiferentemente en el campo político de la derecha o de la izquierda, afirma que la cultura joven -la que está surgiendo desde el fin de la Segunda Guerra, el blue-jeans, la comida rápida, el rock'n rol! o el sexo, droga y rock'n rol! , en una versión profana- no pasa de ser una barbarie: el infierno son los jóvenes. Cada vez más distante, el universo de la cultura no responde a los esfuerzos de entregar horizontes. Hasta hoy, el museo del todo permanece bajo el control de la política -así como hoy la política controla la economÍa-o «Hip hop no es música»: ¿qué significa este juicio formulado por personas que en los años sesenta amaron la «Bossa Nova» y hasta el Rock? Que el hip hop (o el rap, el funk, o el heavy metal, el techno etc.), expresiones de la música de masas, escapan al control de la definición desde la óptica política. Baudrillard definiría esto como un hoyo negro: los políticos siguen sirviendo a Jos sentidos, las masas solo los aceptan. Hoyos negros: densidad mons– truosa donde todo sentido se precipita y desaparece. No solo productos de masas escapan a estas viejas definiciones, también mantienen su libertad del Estado y del Mercado -hace tiempo que estos dos márgenes son indiscutibles en la política-los procesos culturales internos son creados por la dinámica social. Es el momento de liberar la cultura del nombre que la secuestró. En realidad, ya se liberó: cabe a los intelectuales del nuevo tipo sistematizar y normalizar esta liber– tad, ya no como vanguardia sino como proyecto político. La posibilidad de superar la antítesis vanguardia versus tradición está en la admisión de otra antítesis, que recién ahora se presenta en nuestro horizonte: cultura versus política. Pues es ver– dad que la mutación histórica reciente -la «sociedad del espectáculo», la "era imaginal», o el «video capitalismo», o el «shopping-center global», como quieran llamarJa- hizo que la cultura estuviera antes que los programa económicos, socia– les, políticos. Se desmoronó la diferencia entre infraestructura (programa real) y superestructura (reflejo de lo real en la conciencia de los hombres). La simplicidad de Engels (<<el simple hecho, hasta entonces camuflado por un crecimiento exagera– do de la ideología, de que la humanidad tiene, antes que nada, que comer, beber, abrigarse, vestirse, para después dedicarse a la política, ciencia, arte, religión etc.») se transformó en un hecho tan complejo como la ley de la gravedad de Newton frente a los quanta. Durante mucho tiempo pudimos separar las intenciones y las satisfacciones (mundo de cultura) de los objetos inanimados (mundo natural y/o industrial); hoy en día nacen ideologizados, intenciones y deseos están unidos. Asimismo, la velocidad, por ejemplo, que en el pasado fue una frecuencia de la comunicación entre las personas y los objetos, actualmente es el ser de las personas y objetos: el sueño de los vendedores de mercaderías se hizo realidad en los compu· tadores (donde el tiempo se mide en milésimas de segundos) y en la Fórmula 1 (la velocidad en sí). El diagnóstico no es original, ni tampoco nuevo; ahora se trata de extraer de él normas de acción y estrategias de cambio para que las corporaciones intelectuales y política, las liberen del nihilismo en que se encuentran. I31

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