Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas
IDENTIDADES DE GÉNERO requiere, por un lado, una dimensión sacrificial y, por el otro, la dependencia ideo– lógica de la pareja, asumiendo la secundariedad de una reservista. Con todo, el tratamiento de compañera proponía una nueva forma de identidad femenina, una mujer comprometida con los cambios sociales y la reforma de las desigualdades de clase. Es interesante señalar que aun cuando esta dimensión era la privilegiada en el período de la UP, algunos atisbos de otros perfiles -ligados a la autonomía de género- se dieron con los intentos de legislar para que las mujeres tuvieran la posibilidad de celebrar contratos sin la anuencia de sus maridos, la protección de las mujeres en las parejas de hecho y la creación de la Secretaría Nacional de la Mujer (1971). Afincada en el universo popular, la imagen de la «pobladora» otorga otros visages: se trata de la mujer del pueblo que lucha por la sobrevivencia en el medio urbano de las «poblaciones callampa». Es la migrante rural que se ha asentado y se toma terrenos, es la alteridad del roto, en el sentido de que representa al sujeto despoja– do, pero valiente y siempre dispuesto a enfrentar la adversidad. Sin embargo, el pesado manto de lo femenino como madre no dejó de estar presente: los Cernas, aglutinados ahora en Uniones Comunales, organizaron a casi un millón de mujeres (urbanas y rurales) en torno a actividades que no variaron mucho de las que los originaron, quizás ahora con un énfasis en otorgar herramientas para obtener in– gresos 3 , pero siempre dentro del límite de la domesticidad y de la reproducción cotidiana. De este modo, podemos colegir que en las décadas del 60 al 70 se asiste a una eclosión de formas en que las mujeres comienzan a constituirse como diferencia, manteniéndose la invariante del modelo de la madre, pero ampliando sus identida– des hacia rasgos que desanudan el cuerpo y cuestionan de algún modo al poder. La Brecha de Mercedes Valdivieso habla por primera vez de una mujer que se separa, que busca su autodeterminación, pero dentro de los cauces de la contradicción del modelo tradicional-moderno. Ya no será, por cierto, más «callada, ausente, distan– te y dolorosa». Le está permitido «pasearse por la enorme cárcel», pero no salir de eJJa. Así, los imaginarios culturales están atravesados por una rebelión femenina en algunos sectores de mujeres chilenas que se confunde y entrevera con el discurso que pregona la igualdad de clases y con la hegemonía interpretativa de la categoría «pueblo», pero en él ya se pueden observar Jos hilos que más adelante tramarán la formulación de una práctica, una teoría y una hermenéutica propia. Así por ejemplo, muchas de las nacientes boutiques que confeccionaban moda «nacional» se nutrían de la mano de obra femenina que aprendía en los Cernas .nociones de costura (Sanfuentes,2003).
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