Brasil y Chile: una mirada hacia América Latina y sus perspectivas

SONIA MONTECINO AGUlRRE Como sabemos, el influjo cultural, político y económico planetario que hoy nos asiste, de una u otra forma siempre ha estado presente en nuestro continente, desde la conquista de América a la implantación paulatina del capitalismo como forma de organización económica. De este modo, alguien podría decir que el periplo que hemos enunciado -la irrupción de las identidades de género en las décadas señala– das- obedece y se explica por los cambios societales a nivel mundial. Eso es eviden– te, pero lo que nos interesa desde una mirada antropológica es cómo esas mutacio– nes operan dentro de una cultura y una historia particulares y cómo esa cultura concreta elabora y resemantiza los nuevos discursos o produce respuestas y lengua– jes singulares para resistir, aceptar o mestizar los imaginarios, así como para cons– truir y reelaborar las identidades. 2. Los VARIADOS SONIDOS FEMENINOS EN LAS DÉCADAS DE 1960 Y 1970: DE LA MADRE A LA COMPAÑERA Y LA IRRUPCIÓN DE LO FEMENINO JUVENIL (EL IDEAL DE LA «LOLA») «Pongo más leiios al fuego y pienso que soy como un recluso que quiso saltar la cerradura de su calabozo ya quien, después de ciertas escaramuzas, le está permitido pasearse por la enorme cárcel, conver– sar con tos presos en sus celdas y luego se/ttarse a esperar frente a la puerta. Porque es allí afuera donde está la libertad... ». Mercedes Valdivieso, La Brecha: 142. ROZARÉ DOS POLOS ESCRITURALES PARA DIBUJAR metafóricamente una transfor– mación que se produce en estas décadas. El primero lo constituye el "Poema 15» de Pablo Neruda, : «Me gustas cuando callas porque estás como ausente, distante y dolorosa como si hubieras muerto, una palabra entonces, una sonrisa bastan y estoy alegre, alegre de que no sea cierto». Aunque escrito en la primera mitad del siglo este poema amoroso -y muchos otros del autor que han permanecido como memoria- se puede leer como clave y acceso a los complejos y ambiguos sentimien– tos que suscita una cierta presencia femenina y moderna: a la mujer se la desea silenciosa, ausente y dolorosa como una muerta -huelgan los comentarios- pero la sonrisa y la palabra femeninas eclipsan la culpa de ese deseo y abren paso a la alegría masculina. Entonces, es bueno que las mujeres hablen un poco y sonrían, aunque es mejor que se estén quietas como cadáveres. El otro polo, se nos brinda en la novela La brecha (1961) de Mercedes Valdivieso. Su protagonista es una mujer de clase alta que lucha -como sostienen Brito y Eltit (2003)- por delinearse como sujeto resistiéndose al matrimonio y rechazando la maternidad, pero sin renunciar a la sexualidad ni a ocupar un espacio en el ámbito público. A diferencia de otras novelistas de su generación, Mercedes Valdivieso no recurre a la fuga de su perso– naje femenino en la locura, la muerte o el encierro, sino que la formula en la pro– puesta de un cambio que, sin embargo, no rompe la institucionalidad, más bien repacta con ella. Si el deseo de Neruda era una mujer muda, Val divieso encarna en su escritura el habla femenina de una década, pero de manera más relevante marca el inicio de una voluntad por constituirse como autonomía. 120

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