América Latina en el mundo: Anuario de Políticas Externas Latinoamericanas y del Caribe :1993-1996

74 América Latina, siempre ha existido un diálogo con las diferentes subregiones y países latinoamericanos. Por sus lazos históricos con algunos Estados miembros de la UE, las naciones del Caribe .tienen un acceso privilegiado a aquélla y, a diferencia de América Latina, en general, ocupan un primer rango en su "pirámi– de de preferencias comerciales». Los países del Caribe, junto a los de África yel Pacífico, forman desde 1975 parte del Convenio de Lomé que, a pesar de sus resultados limitados S , es conside– rado como uno de los programas más completos de cooperación Norte-Sur. El acuerdo fue continuamente ampliado y en 1989 -aún en la época de la guerra fría- se firmó el IV Convenio de Lomé, que es más generoso que los anteriores 6 y que tiene una duración de diez años. Este modelo de cooperación, que tiene sus raíces en el colonialismo europeo, parece en el nuevo contexto internacional cada vez más obsoleto, ya que al final de la guerra fría cambiaron las prioridades temáticas y geográficas de la política de cooperación de la UE. Por ello, en ésta se percibe un consenso respecto a que el Convenio de Lomé ya no responde a los diferentes intereses y necesidades de los 70 países que lo integran, y que no es lo suficientemente flexible como para reaccionar a los rápidos cambios a nivel mundial. Estas consideraciones se inser– tan también en la tendencia a desarrollar, en el marco de la UE, políticas más diferenciadas de cooperación que tengan en cuenta las necesidades e intereses de grupos reducidos de países. Casi diez años más tarde, la UE inició relaciones con América Central, que se convirtió, en términos de diálogo político y cooperaci6n al desarrollo, en un so– cio privilegiado de la UE. Los ministros de Relaciones Exteriores de ambas regio– nes celebran desde 1984 conferencias anuales, denominadas Proceso de San José 7 • A raíz de este diálogo institucionalizado, América Central es la regi6n que recibe los mayores flujos de cooperación comunitaria per cápita del mundo. Razones exclusivamente políticas fueron las que motivaron a la UE a asumir un papel más activo en América Central. Ante el involucramiento de las dos su– perpotencias en la crisis centroamericana de los años ochenta, los Estados miem– bros de la UE decidieron mediar entre las partes y contribuir a negociar una solu– ción pacífica de los confl ictos armados en la región, a la vez que apoyaron la reconstrucción económica y social del istmo. El compromiso europeo en la crisis centroamericana fue el inicio de un diálogo con el conjunto de la región. Así, la UE apoyó las iniciativas del Grupo Contadora (Colombia, México, Pa-

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