América Latina en el mundo: Anuario de Políticas Externas Latinoamericanas y del Caribe :1993-1996

S3 nos de Naciones Unidas a favor de la moción que condenaba a Cuba por viola– ciones a los derechps humanos. Ya lo único que quedaba de lo que en un mo– mento fue una alianza profunda y polifacética entre Cuba y la Unión Soviética era un trueque comercial: un millón de toneladas métricas de azúcar a cambio de 1,8 millones de toneladas métricas de petróle0 7 • El derrumbe del resto del mundo comunista en Europa agudizó la crisis en Cuba. Ya en 1988, Checoslovaquia y Bulgaria se habían negado a renovar los acuerdos de comercio preferencial con la isla; ellos eran dos de los tres países económicamente más importantes para Cuba en Europa Oriental 8 • El tercero era la República Democrática Alemana (Alemania Oriental), que dejó de existir en 1990 al ser absorbida por la República Federal Alemana. Los subsidios a Cuba por parte de estos países llegaron a su fin. Además, sufrió el comercio: la desapa– rición de Alemania Oriental implicó, también, la desaparición de la exportación de azúcar y cítricos cubanos a esa parte de Europa, porque esos productos se cubrían dentro de los acuerdos económicos de la entonces Comunidad Europea. El impacto económico para Cuba de este descalabro ha sido muy bien resumido por el economista cubano Julio Carranza. Según él, durante los años ochenta, las relaciones entre Cuba y los países comunistas europeos «significaron ingresos su– periores en cerca del 50 por ciento a los que se hubieren obtenido a precios del mercado mundial». Cuba concentraba en la URSS alrededor del 70 por ciento de sus relaciones económicas internacionales. Ya en 1991 el total de lo importado por Cuba desde la URSS fue un 70 por ciento inferior al de 1989. En particular, Cuba importó 13,3 millones de toneladas de petróleo de la URSS en 1989, pero sólo 6,1 millones en 1992. La capacidad global de importación de Cuba de todas las fuentes cayó de 8,1 miles de millones de dólares en 1989 a 2,2 miles de millones en 1992. Por tanto, no debe sorprender que el producto social global-la estadística que con más amplitud mide el comportamiento de la economía cubana- cayó, según Ca– rranza, 3,6 por ciento en 1990, 24 por ciento en 1991 y 15 por ciento en 1992 9 • El impacto político no fue menos severo. Fidel Castro nunca ha sido un mar– xista-leninista ortodoxo, pero parte del atractivo que para él ejercían esos con– ceptos era la visión de que la historia estaba de su parte, y la certeza de que el futuro desembocaría en su triunfo y el de sus aliados. Esa fe la demostró por primera vez en 1953, poco después del asalto revolucionario al Cuartel Monca– da, cuando terminó su autodefensa aseverando: «La historia me absolverá». Entre 1989 y 1991, la historia tomó un giro inesperado para él, lo que reconoció en

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