América Latina en el mundo: Anuario de Políticas Externas Latinoamericanas y del Caribe :1993-1996
43 mantenía inalterada en un mundo global izado. El propio Salinas racionalizaba esta resistencia al cambio político bajo el argumento de que la reforma económi– ca no podía darse de manera simultánea a la reforma política 22 • En consonancia con esta percepción, su gobierno desarrolló durante los primeros cinco años un discurso nacionalista para defender al sistema político mexicano. Así, al apelar al concepto tradicional de soberanía se defendía una forma de operación política que era crecientemente incompatible con la apertura econó– mica. Ello ocasionó una clara esquizofrenia en el discurso de política exterior. Al tiempo que se proclamaba la amistad con Estados Unidos y se negociaba el NAF– TA, se reivindicaba un concepto de soberanía claramente anclado en los proce– sos electorales. Por ejemplo, al tiempo que el secretario de Relaciones Exteriores mexicano Fernando Solana se congratulaba porque la relación entre México y Estados Unidos se encontraba en una etapa «espléndida y fructífera»23, rechaza– ba, en obvia referencia al vecino del norte, las «pretensiones de hegemonía ideo– lógica» y <dos intentos por universalizar una democracia de exportación, en la cual la manipulación comercial sustituye a la voluntad política autónoma de los votantes »24, e insistía en que los problemas de la democracia tendrían que ser resueltos por los mexicanos y «no importando observadores especializados de Atlanta o de Milwaukee que nos digan cómo hacer las cosas»25, La retórica de la «democracia soberana» tuvo también su expresión en varios organismos internacionales. Concretamente, fue muy evidente en el seno de la OEA, en diciembre de 1992, cuando se votó una proposición que planteaba sus– pender a un país cuyo gobierno democráticamente constituido hubiera sido derro– cado por la fuerza: México fue el único miembro de la OEA que votó en contra 26 • Una situación similar se presentó en la reunión de la ONU sobre derechos humanos celebrada en Viena, donde México se opuso inicialmente a la propuesta de crear un Alto Comisionado de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos junto con un grupo de países «renegados ll conocidos por su falta de respeto a los derechos humanos v . El argumento utilizado por el gobierno mexicano en ambos casos tiene que ver con la reivindicación del principio de no intervención, Obviamente, dado que esta reivindicación se hacía en dos temas en los cuales el gobierno mexicano no ha mostrado avances espectaculares -democracia y derechos humanos-, es difícil no interpretar esta posición como una defensa bas– tante explícita de aspectos poco defendibles del sistema político mexicano. La esquizofrenia entre la retórica de la «democracia soberana» y la utilización
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=