América Latina en el mundo: Anuario de Políticas Externas Latinoamericanas y del Caribe :1993-1996

37 LA NEGOCIACiÓN DEL NAFTA: ¿EL FIN DEL ENMASCARAMIENTO? Uno de los puntos de referencia históricos de la política exterior mexicana fue desde el siglo XIX una relación reticente, desconfiada con Estados Unidos. De hecho, la relación con el exterior se definía en buena medida por la relación con Estados Unidos. Más aún, el coloso del norte servía como punto de referencia para medir la independencia del país. Como afirma un conocido estudioso de la política exterior mexicana, «en lo fundamental, México define su independencia respecto a Estados Unidos»4. Dado que la relación con el vecino del norte ha sido conflictiva por lo menos desde la pérdida de los territorios de Texas, California, Nuevo México y Arizona a mediados del siglo XIX, no es de extrañar que la polí– tica exterior haya estado dominada en buena medida por el principio de no inter– vención. A pesar de esta reticencia en la relación con Estados Unidos -que sirvió de base a un nacionalismo exacerbado por los gobiernos de la Revolución mexi– cana- siempre han existido élites que han visto a la relación con Estados Unidos como un mecanismo de acceso a la modernidad. De esta forma es como se expli– ca que después de la guerra con Estados Unidos en 1847, el grupo liberal que llega al poder -en buena medida gracias al apoyo de Estados Unidos- busque poner en práctica un modelo político basado precisamente en las instituciones estadounidenses. Sin embargo, el intento liberal del siglo XIX fue frustrado por una sociedad mexicana para la cual un sistema democrático copiado del vecino del norte era extraño y por un nacionalismo todavía vivo que resurge con fuerza en la segunda etapa de la Revolución mexicana. Así, la sociedad de la post-Revolución mexicana se encuentra en una situación paradójica: hereda un modelo formal liberal calcado del modelo estadounidense que se combina con una retórica gu– bernamental fuertemente anti-norteamericana que no sólo conforma una política exterior aislacionista, sino también una política interna alejada del modelo de– mocrático liberal contenido en la Constitución importada del norte. El desarrollo del modelo autoritario de la Revolución mexicana fue así, el ancla interna del nacionalismo antiestadounidense del país. Sin embargo, esta forma peculiar de legitimación interna no significó un en– frentamiento real con Estados Unidos que hubiera puesto en peligro la supervi– vencia del régimen. Más aún, desde los Acuerdos de Bucareli en 1923, en los cuales Estados Unidos reconoce al régimen de Obregón no existe ninguna evi– dencia de que la Casa Blanca haya llevado a cabo ningún intento serio por des-

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=