América Latina en el mundo: Anuario de Políticas Externas Latinoamericanas y del Caribe :1993-1996

229 miento de las relaciones de América Latina con socios que se ubican fuera del continente americano, opción nada teórica si se toman en cuenta los intensos vinculas económicos y políticos que mantiene la región con la UE y que ha lleva– do a la negociación de diversos acuerdos marco entre países latinoamericanos y esa entidad. En el ámbito económico también se observa un aumento de los vín– culos con el Asia-Pacífico, que representa el área de mayor expansión de la eco– nomia mundial y que, para varios países latinoamericanos, presenta un dinamis– mo mucho mayor que las relaciones con los Estados Unidos, la UE o incluso el resto de la propia región. Además, es importante recordar que dos países de la región -Chile y México- forman parte del mecanismo de Cooperación Económi– ca del Asia-Pacífico (APEC), que se ha propuesto completar un área de libre co– mercio entre todas las economías participantes hacia el año 2020. La participa– ción de los países latinoamericanos en estos esquemas de cooperación y libre comercio extrarregionales hubiera sido inconcebible en el marco del regionalis– mo cerrado que practicó la región durante las décadas anteriores. El regionalismo abierto de América Latina no se expresa tan sólo en la esfera de los acuerdos comerciales. Aunque los países latinoamericanos tienen como primer referente internacional a la propia región, no siempre es fácil llegar a un consenso en algu– nos temas sensibles. Así, existe una cooperación de hecho en temas como los derechos humanos, el desarme o la protección del medio ambiente que no sigue necesariamente los criterios regionales. Una simple revisión de las votaciones que se hacen en el área de los derechos humanos en el sistema de Naciones Unidas, demuestra una gran diversidad de posiciones por parte de los países lati– noamericanos. Mientras algunos votan consistentemente junto a los europeos, otros prefieren concertarse con los países no alineados, que normalmente son contrarios a la expansión de competencias internacionales en este terreno debido a la naturaleza de sus regímenes poi íticos. En materia medioambiental, Argenti– na, Chile y Uruguay establecieron su propio mecanismo de cooperación con Australia, Nueva Zelandia y Sudáfrica, conocido como el Grupo de Valdivia. Esta multiplicación de identidades y afiliaciones internacionales no representa una singularidad latinoamericana. Más bien, se trata de una característica central del sistema internacional actual. En un mundo cada vez más interdependiente y fluido, los países evitan los alineamientos rígidos y excluyentes y procuran man– tener todas sus opciones abiertas. Si en la década de 1960 América Latina preten– dió aplicar modelos más o menos clásicos de regionalismo, normalmente inspira-

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