América Latina en el mundo: Anuario de Políticas Externas Latinoamericanas y del Caribe :1993-1996

218 gración económica y física avanza y, además, ha sido complementada por la cooperación política. El Grupo de Río, integrado por casi todos los países de raíz ibérica de Sudamérica, por Panamá, por México y por representantes de dos su– bregiones -Centroamérica y la Comunidad del Caribe anglófono (CARICOMh está asumiendo un papel potencialmente muy valioso en la coordinación de las políticas exteriores latinoamericanas, la defensa y promoción de la democracia en la región, el apoyo a los procesos de integración, y la representación de Amé– rica Latina en los diálogos con otras regiones o potencias. En América Central, la concertación subregional logró contener un conflicto que llegó a asumir dimen– siones muy peligrosas para la estabilidad del área. La nueva ola de actividad regional de América Latina ha sido motivada por varios factores. En primer lugar, hay una renovada conciencia sobre el debilita– miento histórico de la participación latinoamericana en los mercados comercia– les y financieros internacionales, unida a la preocupación de que la economía mundial pueda gravitar hacia bloques regionales aglutinados en torno a la UE, Estados Unidos y Japón. Aunque la idea de los megabloques, divulgada entre otros por autores como Lester Thurow, represente en opinión de este autor una simplificación de una realidad 'mucho más fluida y diversificada, se trata de una creencia bastante popular en América Latina y el resto del mundo. En este contex– to, en algunos sectores existe la preocupación de quedar fuera del nuevo mapa de la economía mundial. En segundo lugar, el argumento tradicional de que los mer– cados nacionales de los países latinoamericanos son demasiado reducidos, pare– ce todavía mas válido en un contexto de creciente internacionalización económi– ca. La fragmentación de los mercados es especialmente negativa para el sector industrial que requiere de economías de escala. La integración podría mejorar la competitividad de grandes sectores de las economías nacionales y hacerlas tam– bién más atractivas para las inversiones externas. En tercer lugar, el nuevo regio– nalismo en América Latina está fuertemente asociado al proceso de democratiza– ción en la región. Las transiciones a la democracia no sólo coincidieron con la revitalización de la cooperación regional, sino que puede establecerse una vin– culación entre ambas tendencias. Los nuevos esquemas establecen una condicio– nalidad democrática para la incorporación y permanencia de los socios. En un comienzo esta premisa fue más bien implícita, pero en los últimos años se han establecido cláusulas democráticas con este propósito, como lo demuestra el caso del Mercado Común del Sur (Mercosur). /'

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