América Latina en el mundo: Anuario de Políticas Externas Latinoamericanas y del Caribe :1993-1996

199 ductividad y la inequitativa distribución de la riqueza; todo lo cual hace impera– tiva la búsqueda de nuevos recursos que, en última instancia, requieren armoni– zar la agenda regional con los grandes temas de interés mundial. -El constatar que -comparativamente- Centroamérica es la región del Tercer Mundo que ofrece mayores oportunidades de desarrollo y crecimiento económi– cos de mediano y largo plazo. Ello es aún más evidente si se toma en cuenta que es la única de las zonas afectadas por un conflicto militar de grandes proporcio– nes que ha sido capaz de superarlo sin recaídas y por medios pacíficos, y suceder– lo con una propuesta articulada sin precedentes en el mundo en desarrollo. Independientemente de éstas y otras consideraciones, la región ha adoptado una agenda internacional que se sustenta en al menos los siguientes presupuestos: La región ha cambiados Sus necesidades y aspiraciones, a pocos años del fin de siglo, no pueden ser las propias de una etapa de confrontación o incluso posconfrontación. Crucial como lo es· la conclusión del enfrentamiento militar interno en Guatemala o la consolidación definitiva de los procesos de reconciliación nacional en El Salva– dor y Nicaragua, los retos del futuro imponen a la región en su conjunto una agenda y una actitud de cara al mundo que respondan a desafíos globales, desde la integración al libre mercado hemisférico en el transcurso de los próximos diez años, o la incorporación a las avenidas de información, hasta la refundación de los sistemas poi íticos de manera que sean más participativos y más democráticos. El apoyo internacional se ha reducido 9 Aunque Centroamérica recibe todavía una importante proporción de los fon– dos internacionales para el desarrollo, éstos se han reducido de manera signifi– cativa a medida que, irónicamente, se logra la paz y se consolida la democra– cia. Una vez más, pareciera que toda la zona se verá afectada por el ciclo de intervención y olvido que ha dominado buena parte de su historia contemporá– nea, en especial, en relación con Estados Unidos. Esta nueva coyuntura impone a los países del istmo una actitud proactiva que abandone definitivamente el triste papel de menesterosas "Banana Republics» del cuatrienio pasado, para asumir con toda decisión las responsabilidades que demanda la Alides. Entre otras cosas, esto significa volverse copartícipes de los costos del desarrollo sos– tenible, pero también del cumplimiento de los compromisos asumidos, de ma-

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