América Latina en el mundo: Anuario de Políticas Externas Latinoamericanas y del Caribe :1993-1996
192 nacieron los mandatarios en la Cumbre de Antigua. Allí destacaron el camino recorrido y abrieron una nueva etapa en la cual el teOma de la reconstrucción nacional ocupó un lugar central. Para ello definieron una estrategia que resituó la integración como un instrumento clave. De la paz a la integración (mayo de 1990 - agosto de 1994) La Cumbre de Antigua inauguró una etapa caracterizada por dos grandes ten– dencias: la primera privilegió el crecimiento económico, muy postergado durante todo el período de conflictos, que se convirtió en la mayor prioridad de los Esta– dos, incluso por encima de los compromisos en materia de democratización in– terna. La segunda propició la reforma del sistema de integración regional, proce– so que a principios de la década de los sesenta le derivó a Centroamérica grandes beneficios, pero que se había estancado desde 1969. En este último sentido, los presidentes refundaron, con la suscripción del Protocolo de Tegucigalpa (octubre de 1991), la antigua Organización de Estados Centroamericanos (ODECA) bajo el nombre de Sistema de la Integración Centroamericana (SICA). En el Procedimiento para Establecer la Paz Firme y Duradera en Centroaméri– ca, el desarrollo económico fue visto como un derivado de la paz y la democra– cia. En el orden del proceso de Esquipulas, por lo tanto, las dos últimas condicio– nes debían alcanzarse antes de que fuese posible pensar en mayores grados de prosperidad, definida en términos de inversiones crecientes, productividad re– constituida y, en general, progreso macroeconómico por medio del libre mercado y el ajuste estructural. En la reunión de Guatemala, los mandatarios concluyeron que era tiempo de alterar la ecuación del plan de paz. Derrotados los sandinistas en las urnas elec– torales y muy avanzadas las negociaciones entre el FMLN y la administración Cristiani en El Salvador, era indispensable convocar a los sectores privados y a la cooperación internacional a reactivar la economía, sin cuyo fortalecimiento re– sultaría imposible sostener la democracia. La conformación de la Asociación para la Democracia yel Desarrollo (ADD), iniciativa orientada a la coordinación de toda la cooperación internacional sobre la base de prioridades negociadas entre las naciones centroamericanas y los principales países donantes, fue quizás el más claro ejemplo de esta estrategia, que desafortunadamente fracasó. Ello no sólo debido a la escasa capacidad propositiva del istmo y las muy distintas priori– dades de cada país en materia de cooperación al desarrollo, sino también alas
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