América Latina en el mundo: Anuario de Políticas Externas Latinoamericanas y del Caribe :1993-1996

165 ción de una zona de libre comercio, lo que se concretó en junio de 1996. La política exterior de Argentina hacia los otros países latinoamericanos man– tuvo un perfil más bajo, tanto en el plano bilateral como multilateral, particular– mente en el Grupo de Río. Sin embargo, hubo dos excepciones a esta regla: la activa participación en la crisis de Haití y la actitud crítica frente a Cuba, aunque en este caso se pasó de posiciones de dureza frontal contra el régimen de Fidel Castro al rechazo de <das medidas coercitivas unilaterales» (léase, embargo norte– americano contra Cuba), en ocasión de la Quinta Cumbre Iberoamericana de Bariloche realizada en octubre de 1995. Luego del derrocamiento de Aristide y del progresivo agravamiento de la situa– ción política en Haití, el gobierno argentino asumió una posición de alto perfil en nombre de la defensa de la democracia y el respeto de los derechos humanos. En consonancia con la política defendida por la administración Clinton y de la mano de la resolución 940 del Consejo de Seguridad de la ONU -que favorecía el uso de todos los medios para restablecer a las autoridades depuestas-, se llegó a pensar en un primer momento en el envío de alrededor de mil militares argentinos a la isla para que participasen, como parte de la fuerza mutilateral de intervención, en las operaciones de desembarco en la así llamada «primera fase» de la invasión. El solo anuncio del gobierno de su decisión de someter al Congreso este tema provocó una fuerte polémica con los legisladores, que también se extendió a otras áreas del Ejecutivo y a las propias Fuerzas Armadas. El debate se hizo aun más fuerte, debido a que Argentina era el único país del Grupo de Río dispuesto a llegar tan lejos. Por otra parte, una encuesta privada en agosto de 1994 demos– tró que sólo el 14,9 por ciento de la población apoyaba la idea de la intervención y que el 82,3 por ciento estaba en contra 21 • En este marco, el gobierno debió modificar su posición inicial, particularmente cuando la propuesta de Clinton de intervención encontró dificultades en el propio Congreso norteamericano. Así, se decidió no involucrar tropas argentinas en el combate y participar, en cambio, en la «segunda etapa» de la primera fase de la intervención mediante el envío de alrededor de cien gendarmes, cuya misión fue el monitoreo de las actividades de la policía haitiana y el mantenimiento de la seguridad interna y policial 22 • Esta tarea comenzó el 5 de octubre de 1994 luego de la restitución de la democracia y del regreso del presidente Aristide a Puerto Príncipe. Ese mismo día, el canciller Di Tella evaluaba la participación argentina en la crisis haitiana de esta forma: «En Haití pudimos ser principistas con bajo costO»23.

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