América Latina en el mundo: Anuario de Políticas Externas Latinoamericanas y del Caribe :1993-1996

161 iniciativa denominada "Cascos Blancos» fueron los dos aspectos restantes de ma– yor relieve en materia de paz y seguridad internacional durante el período consi– derado. En el primer caso, Argentina tuvo un rol activo y creciente, ampliando una tradición iniciada en 1958. En efecto, de los 975 hombres que participaban en este tipo de misiones en 1992 se pasó a más de un millar y medio en 1994 yel primer semestre de 1995. Esta cifra ubicó al país en el lugar número doce entre los mayores contribuyentes de tropas a las operaciones de paz de Naciones Uni– das, con un 2,5 por ciento del total, y, de lejos, en el primer lugar en América Latina, dado que los efectivos argentinos representaban para mediados de 1995 más de la mitad de las fuerzas aportadas por 13 región en su conjunto ll • Esta política tiene claros objetivos internos y externos. Entre los primeros, des– tacan la asignación de nuevos roles a las Fuerzas Armadas, el enriquecimiento de su experiencia en distinto terrenos y el aumento de su interacción con profesiona– les de otros países, particularmente de los más avanzados. En el orden externo, se procura mostrar la integración de los militares al sistema democrático y el com– promiso del país con los mecanismos de seguridad colectiva. Sin embargo, el alto costo que tiene la participación en operaciones de paz se hizo sentir en la segun– da mitad de 1995 y razones presupuestarias llevaron a que la cifra de efectivos argentinos involucrados en este tipo de misiones descendiera a 507 hombres para diciembre de ese año. La iniciativa Cascos Blancos, por su parte, fue lanzada en octubre de 1993 por el presidente Menem y consagrada en las Naciones Unidas en 1994 mediante la Resolución 49/139B de la Asamblea General 12 . La idea consiste en promover la creación de cuerpos nacionales de voluntarios (Cascos Blancos) para que partici– pen en actividades de Naciones Unidas en la esfera del socOl'ro humanitario y la rehabi litación y cooperación técn ica para el desarrollo en zonas damnificadas del planeta. Estos cuerpos podrían, su vez, servir de referencia para concertar esfuerzos multilaterales, poniendo de este modo a disposición de la ONU, una capacidad instalada cuasi permanente para hacer frente a situaciones de emer– gencia o para atacar las causas que las generanlJ. Tras la aprobación del proyecto argentino por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas se identificaron países y temas para futuros proyectos de Cascos Blancos, que contaron con el apoyo de las autoridades respectivas. Hacia fines de 1995, los proyectos en car– peta'eran los siguientes: Bolivia (con objetivos sanitarios, principalmente la lucha contra el mal de Chagas); Palestina (capacitación profesional y reinserción laboral

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