América Latina en el mundo: Anuario de Políticas Externas Latinoamericanas y del Caribe :1993-1996

143 integración, sino que, además, un requisito necesario. En efecto, algunos países europeos han condicionado su ayuda crediticia e inversión externa a que exista un proceso democrático en el país receptor. Tal es el caso de Italia y España que han incorporado la sustentabilidad del régimen democrático como requisito de negociación con países de América Latina 7 • Esto tiene como consecuencia el que las democracias latinoamericanas se verán beneficiadas tanto por el respaldo ex– terno que adquieren sus gobiernos, como por el efecto de inhibición que dicha política implica para los factores desestabilizadores. Asimismo, la creciente interdependencia global ha tenido como expresión instrumental el desarrollo del multilateralismo. Éste se expresa en una prolifera– ción de organizaciones internacionales y grupos de acción latinoamericanos co– lectivos, en especial los de carácter no gubernamental, que adquirieron un rol importante durante la década de los ochenta. Este multilateralismo fortaleció los intentos de integración, como el Mercosur y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Además, los Grupos de Contadora y de Apoyo, que junto con cumplir un importante papel en la solución pacífica de la crisis centro– americana, contribuyeron a articular -en forma inédita en las relaciones conti– nentales- una acción colectiva para apoyar una solución regional propia, y no antagónica al enfoque norteamericano tradicional, sobre un tema muy sensible a la seguridad hemisférica. De esta manera, las cada vez más fluidas relaciones entre países latinoamericanos han estructurado una política regional ágil, que se expresa a través de mecanismos funcionales que favorecen la integración y los acuerdos de cooperación hemisféricos. Pero, sin duda, un punto de inflexión histórica importante en las relaciones interamericanas fue la proclamación de la Iniciativa para las Américas hecha por el presidente George Bush en 1990. A pesar de las dudas iniciales respecto a su viabilidad en la región, esta decisión norteamericana llenó un vacío, por cuanto significó una señal importante para los gobiernos latinoamericanos. Desde luego, Estados Unidos manifestó un interés concreto en el hemisferio occidental en los aspectos comerciales y de inversión. Al mismo tiempo, se despejaron las apren– siones regionales respecto a que el país del norte estaba privilegiando otras áreas económicas emergentes en el mundo. Es claro, también, que esta iniciativa cons– tituyó una respuesta a los logros comerciales de la unificación europea y a la eventual formación de un gran mercado asiático, liderado por Japón y otras eco– nomías emergentes del área.

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