Bioética: el diálogo moral en las ciencias de la vida

dad", "aportar información fidedigna", "pedir permiso para intervenir sobre el cuerpo de las personas", entre muchas otras. No maleficencia Esencialmente, la obligación corporizada en este princi– pio es la de no dañar intencionalmente. Algunos autores lo consideran el más básico y fundamental de la ética mé– dica. Una de sus más antiguas versiones se encontraría en el precepto hipocrático Primum non nocere, "primero no hacer daño". No hacer daño parece estar próximo a hacer el bien. Por lo tanto, la no maleficencia sería un aspecto de la be– neficencia, como sugiere William Frankena, para quien no infligir daño o mal es la primera de cuatro obligaciones beneficentes. Es evidente que el peso de la argumentación reside en un concepto apropiado de daño o mal, que cier– tamente cubre muchas esferas de la vida y alude a diver– sos cuerpos de creencia y doctrina. Por ejemplo, para la medicina griega era malo todo lo que fuera contra el or– den de la naturaleza. En tradiciones impregnadas de juridicidad, corno la romana antigua, malo era lo que con– traría la ley. Por último, en un contexto religioso, malo es lo que contraviene el orden divino. De allí que evitar ha– cer daño o mal sea expresión amplia e imprecisa, que ad– quiere consistencia sólo ante casos concretos, en los que deben explicitarse las reglas prácticas que corporizan el prin– cipio de no-maleficencia. Algunas pueden ser, por ejemplo, "no matar", "no causar sufrimiento a otros", "no ofender". Se trata, obviamente, de preceptos no absolutos, cuya exac– ta especificación debe tomar en cuenta el contexto. 53

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