Bioética: el diálogo moral en las ciencias de la vida
comunicarla el lenguaje corriente, lo que hace a otros pen– sar que entienden de qué se trata. Esta situación es inima– ginable en aquellas disciplinas que recurren a forma– lizaciones matemáticas o a simbologías especiales, lo que explica que muchas ciencias humanas, en un intento por mostrarse en una apariencia de "alta tecnología", adopten formas expresivas innecesariamente complejas. Piénsese sólo en los alardes tecnomórficos del movimiento conductista yen las notaciones introducidas para dar cuen– ta de procesos de adquisición de respuestas. Los "ingenie– ros de la conducta" de los años sesenta matematizaban lo obvio y escribían fórmulas para describir lo mismo que el lenguaje común. El pluralismo epistémico tiene cierto paralelismo con el pluralismo moral, pero no es idéntico ni equivalente. Si en éste las fundamentaciones pueden provenir de narrati– vas trascendentes, palabras de hombres y mujeres inspi– rados o tradición familiar, en aquél se debe a menudo a la posibilidad de acceder al conocimiento y compartir for– mas de socialización. Saber es participar de un conjunto de creencias no solamente sobre el mundo, sino también sobre el modo cómo el mundo puede ser objeto de conoci– miento. Cabe distinguir, por ende, niveles de pertenencia a comunidades basadas en el saber, desde las disciplinas a las especialidades. Estas comunidades no son solamente intelectuales sino también de prácticas sociales. Los que cultivan las disciplinas humarusticas tienen una forma de relacionarse diferente de la que exhiben los químicos, los ñsicos o los médicos. No solamente por el lenguaje espe– cializado. También por los modos preferidos de argumen– tar, por la forma de establecer jerarquías y por el tipo de exigencias para ser admitido en el grupo. Al escoger una 40
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